LA REACTUALIZACIÓN DEL MITO EN SAN PEDRO DE CERVATOS


CUARTO ACTO







Aparecen entonces, de nuevo, hombres enmascarados produciendo un ruido ensordecedor para terminar de expulsar a las potencias del mal, o espíritus maléficos, a la entrada del nuevo año, y al mismo tiempo purificar todo aquello que encuentren a su paso; contribuyendo otros, con sus golpes, a propiciar la fecundidad de la tierra, de los animales y del grupo.

Esos rituales son llevados a cabo por toda esa otra serie de enmascarados a los que se les denomina tradicionalmente con el nombre de "zarramaco", como el ya visto de la mascarada cántabra que tenía lugar a finales de año, y cuya función era la de producir un ruido ensordecedor, para contribuir así a la expulsión periódica de los demonios o malos espíritus. Del mismo modo hemos visto a los "zorromacos", muy similares al "colacho" de la provincia de Burgos, herederos ambos de aquellos lupercos que salían por las calles en la Antigüedad, y que además de tener la finalidad de propiciar la fecundidad, contribuían a la purificación del grupo.





Es así como nos lo encontramos al principio de los canecillos del ábside de San Pedro de Cervatos. Éste parece ir desnudo con una especie de carraca en una mano y un palo o estaca en la otra, se trataría, pues, de una de estas máscaras fustigadoras, aparte de que también pudiera estar llevando a cabo, y al mismo tiempo, otro tipo de función, como es la expulsión de los espíritus maléficos por medio del ruido producido por ese objeto, especie de zumbadera o carraca, que porta en la mano derecha.




Pero dentro del ritual, no sólo eran esos enmascarados fustigadores los que representaban un rol con fines fecundantes, sino también los escrementos jugaban un papel importante en aquella época, estando asociados a la fecundidad, renacimiento y renovación, y presentando un sentido ambivalente como toda la otra serie de imágenes de lo inferior material y corporal, pues rebajaban y degradaban por un lado, para dar a luz y renovar por el otro, como decía Bajtin: "… son a la vez benditas y humillantes."



Por ello, muy cerca de esa máscara fustigadora, está ese clérigo que levanta las piernas y muestra el trasero. En posición bastante forzada, contorsiona su cuerpo para así ser captado en el momento mismo de la defecación. Siendo así también, como el cuerpo, a través de la satisfacción de las necesidades naturales, revela su esencia como principio en crecimiento que traspasa sus propios límites. Sería, también, como la representación de la alegre materia que abona la tierra, preparándola para el desarrollo de un mundo nuevo, restablecido y purificado, que está a punto de nacer.




Por otro lado, el ambiente festivo sigue siendo patente, así es como comienzan y terminan las representaciones del ábside.  

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En el muro recto del presbiterio, situado en la parte sur del ábside, y junto a ese clérigo defecando, tenemos a un hombre portando barrilito, otro que  se  encuentra  de nuevo en disposición de echar un largo trago, y un juglar acompañando la escena con las notas que salen de su arpa.




La parte norte muestra a su vez una escena juglaresca, en donde no falta tampoco un claro acto onanista y de nuevo el fruto ya completamente formado. Vemos así al zaharrón con ese saltimbanqui contorsionista que simboliza el mundo al revés, lo de arriba está abajo y lo de abajo está arriba, ayudándolo para que de nuevo todo vuelva a ocupar su posición originaria. Así como a ese personaje en pleno acto onanista, como todavía es practicado por algunas tribus que viven en estadios de existencia primitiva, cuando al comienzo de la primavera, y en plena danza ritual, recogen su semen en estuches fálicos, con el que a continuación fecundarán la tierra de todo el poblado y su contorno, contribuyendo así a la regeneración del mundo y del hombre, propiciando de este modo que de la raíz se conforme un nuevo fruto.









A su vez, otros enmascarados, o bien con la máscara puesta o entre las manos, descansan ahora sin participar en ninguna actividad.






Pero la representación no se termina aquí, falta todavía el momento culminante del drama, pues la regeneración lleva implícito un nuevo nacimiento, por ello, después de toda esa serie de purificaciones era preciso reactualizar la creación para propiciar el renacimiento del mundo y del hombre.





  1. En las sociedades primitivas falo y vulva son sagrados, puesto que ellos son

  2. los portadores de la fertilidad y de la potencia generativa.


Es así como asistimos al ciclo de la procreación, y de nuevo vemos a esa mujer que, en un alarde de contorsionismo, coge sus piernas por las corvas, como queriéndonos mostrar el lugar de donde todo parte, por donde se abre al mundo exterior, lista para concebir y ser fecundada por ese falo de grandes proporciones de su compañero. Pudiera ser como ese gran cuerpo cósmico descrito por Mijail Bajtin, en donde todo el énfasis está puesto en las partes del cuerpo por donde éste se abre al mundo exterior o penetra en él; es más que nada un eslabón en la cadena de la evolución de la especie, listo para concebir o ser fecundado, para así engendrar un cuerpo nuevo.

Es curioso observar como, y a diferencia de esa mujer que se encuentra en la misma actitud entre los canecillos del tejaroz, ésta ahora se encuentra sola, ninguna figura varonil aparece por detrás de ella. A su vez, su compañero ya no muestra aquella expresión del hombre transpuesto por la orgía y el vino, que veíamos en el que se encontraba al lado de la figura femenina del tejaroz, ahora éste, sentando, en actitud un tanto solemne, con la cabeza inclinada un poco hacia atrás y barbilla hacia arriba, reposando su mano izquierda sobre el pecho, más bien parece encontrarse en actitud ritual.




Y junto a ellos, un oso agarrado a un columpio, una pareja desnuda entrelazada, y un animal de difícil identificación, pero muy similar, por sus rasgos, al mismo que veremos devolviendo al mundo al neófito después de haber pasado la gran prueba del “regressus ad uterum”.





En cuanto al oso, es importante tenerlo en consideración debido al rol que desempeña, pues el susodicho animal aparece aquí encarnando el espíritu de la resurrección y el comienzo de una nueva etapa, debido a su hibernación periódica y posterior deshibernación, que es ahora la función que cumple, al encontrarse ya en actividad. Actividad que podemos advertir también en esa pareja entrelazada que se encuentra a su lado, y a quien se podría identificar con la “pareja primigenia” de los capiteles de la primera ventana del ábside, donde aparecía justo en el momento en que el andrógino había quedado de nuevo fraccionado en los dos principios: masculino y femenino. No obstante, aquí, es justo el momento en que comienzan a actuar.




Según el Mito, los Primigenios permanecerían inactivos voluntariamente durante largo tiempo, basándose en que el universo tiene una naturaleza cíclica, de una manera similar a las estaciones en la Tierra.

Así, y de la misma forma que algunos animales se aletargan en invierno, durante el ciclo cósmico los Primigenios descansan en un estado de letargo, hasta que los planetas se alineen de una determinada forma o «las estrellas sean propicias», es decir, cuando se cumplan una serie de criterios que anuncien su liberación por el cosmos.




Y es que, ahora, ambos se encuentran preparados para repetir la hierogamia que tuvo lugar "in illo tempore", encontrando una justificación ritual en ese acontecimiento primordial que ocurrió "en aquel tiempo", destacándose de este modo su estructura cosmogónica, en donde se tienen en cuenta todos los resultados de esta hierogamia, es decir, "la creación cósmica”.




Propiciada ahora por el simbolismo de esas dos representaciones que encarnan al toro como símbolo de “potencia viril”, y al macho cabrío como representación del “principio de todos los seres”, ya que la parte genital del macho cabrío se adoraba como personificación de éste, pues era instrumento de generación y por él daba la naturaleza nacimiento a todos ellos, como nos cuenta Diodoro de Sicilia.








Y es así, también, como de nuevo se vuelve a repetir el ritual, pues la unión marital era un rito incorporado al rito cósmico, que adquiría su validez gracias a dicha integración. Teniendo a su vez que lo que ha comenzado, se continúa con ese nacimiento del canecillo contiguo. Así, de este modo, los personajes de Cervatos están representando el comienzo y el fin de la metamorfosis, en donde ese gran cuerpo popular revela su verdadera esencia como principio en crecimiento que traspasa sus propios límites.




No obstante, para alcanzar ese nuevo modo de existencia, para propiciar ese renacimiento, era preciso que el hombre pasase también por una muerte iniciática, hecho que veíamos ya al principio del drama, en uno de los canecillos bajo el alero del muro sur, cuando asistíamos a la aniquilación del mundo y de las cosas, pero cargado de todo un simbolismo de regeneración, pues estaría encarnando la imagen de ese espíritu destructor y regenerador al mismo tiempo, símbolo de la muerte que permite un nuevo renacimiento, aportando todo un mensaje de resurrección y renovación a través de la muerte simbólica.








Es por ello, por lo que ahora en el ábside vemos a ese monstruo andrófago que, en vez de engullir, vomita al ser que llevaba dentro. Éste, desnudo, con las piernas encogidas, como en posición fetal, con la mano derecha en la mejilla, mientras la izquierda reposa sobre su pecho, y parte de sus piernas todavía en las fauces del citado animal, se encuentra a punto de salir por completo. A su vez, por detrás, otro personaje sostiene entre sus manos la cabeza del monstruo, y le estira la boca hacia ambos lados por las comisuras de la misma, como queriendo ayudar a que el animal termine de vomitar al ser regenerado, ya capacitado para reaparecer en una nueva vida, en un nuevo ciclo, tras haber pasado por la gran prueba del "regressus ad uterum" que le ha proporcionado un nuevo renacer.




Pero no es sólo el renacer del hombre, sino que a su lado, y por tanto íntimamente relacionado, encontamos también a ese otro animal monstruoso que en el primer canecillo del alero del muro sur aparecía engullendo el mundo que rodeaba al hombre y todos aquellos acontecimientos encadenados que se habían producido durante el año, y que sería preciso aniquilar para que el mundo y la humanidad pudieran nacer, pero ahora su actitud es también didtinta pues, como su compañero, devuelve al mundo lo que en un primer momento había engullido. A su derecha, de nuevo el fruto completamente conformado y a punto de desprenderse de su vaina. Junto a ellos, esa máscara fustigadora que con sus azotes ha contribuido a propiciar todo ello.





Es así como ha nacido el "El Año Nuevo". Con el Año Nuevo un ciclo muere pero a su vez otro comienza. Estamos pues en un momento de resurgimiento en el cual todo renace, y por lo que con motivo de esta fecha el hombre se ve en la necesidad de propiciar su continuidad a través de toda esa serie de rituales que garanticen esto.


  1. “ (...) Todo Año Nuevo es volver a tomar el tiempo en su comienzo. (...), al fin del año y en la espera del Año Nuevo, se repiten los momentos míticos del pasaje del Caos a la Cosmogonía.”

  2. Mircea Eliade





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