Santa María de Revilla de Santullán









De nuevo volvemos a encontrar con otra iglesia cedida por el rey Sancho IV, en el 1285, al Abad de Sta. María La Real de Aguilar, hecho que nos vuelve a indicar que era lugar de realengo. García Guinea le da una cronología de finales del S. XII, por ver en la talla de su portada las mismas manos que trabajan en el Monasterio de Aguilar y en S. Andrés de Arroyo (García Guinea. 1990, pág. 248), no obstante, y si bien esto sucede en la portada, creemos que no pasa lo mismo con los canecillos.


La portada, tanto la temática como el estilo, encaja perfectamente en esa cronología, pues aparte de tener una iconografía básicamente religiosa, siendo su motivo principal la Santa Cena, la influencia francesa es patente. Creemos que no se puede decir lo mismo de los canecillos que recorren tanto el alero del muro sur, como el del ábside y del tejaroz que protegería la portada, hoy oculta por una construcción posterior. Éstos, aparte de tener una iconografía que por sus características estaría vinculada con otra más primitiva, presentan una talla más tosca, acusando ese cierto primitivismo. Por otra parte, si bien es verdad que presentan un canon más estilizado del que estamos acostumbrados a ver en las de esos primeros momentos, no obstante, el virtuosismo de pliegues que aparece en la portada, deja paso aquí a los amplios volúmenes. Por todo ello creemos que son distintas escuelas las que trabajaron en esta iglesia, aunque tampoco podríamos asegurarlo.


Aparte de las relaciones que García Guinea ha visto con el maestro del Monasterio de Aguilar y de San Andrés de Arroyo, por lo que respecta a la portada (García Guinea. 1990, pág. 248), es preciso añadir las similitudes iconográficas encontradas entre la serie de personajes representados en el alero del muro sur y del tejaroz, y los de la iglesia de Villanueva de la Torre, pues ambos, por la forma de ir tocados y vestidos, parecen pertenecer a alguna orden religiosa.


Su importancia iconográfica es grande, extendiéndose ésta por todo el exterior del edificio, siendo en el ábside en donde se concentra el mayor número de representaciones que pueden ser incluidas dentro del tipo de iconografía que trata nuestro trabajo. El interior muestra decoración escultórica en los capiteles del arco triunfal.

 

 

 

 

 

Pasando ya al alero, tanto del muro sur como del tejaroz, observamos un cierto cambio de estilo, son figuras de canon más estilizado y que muestran algún toque de virtuosismo en su talla. Por su iconografía parecen pertenecer todos a alguna orden monástica de aquel tiempo, pues todos parecen llevar cubierta la cabeza con la misma especie de gorro o tocado, completamente plano en la parte superior, que les da una apariencia muy similar y extraña, y que no vimos en ninguna otra representación de las estudiadas en nuestro ámbito geográfico, (solamente en Villanueva de la Torre, como ya apuntamos, aparecen unos personajes que pudiéramos emparentar con estos de Revillade Santullán). Es curioso observar también la alternancia que se da de personaje desnudo y vestido, siendo sus rasgos faciales muy parecidos y observándose las mismas expresiones y actitudes, es como si el maestro escultor no hubiera puesto mucho cuidado a la hora de intentar caracterizarlos, dotándolos a cada uno de una individualidad propia.


Ya en la portada, cuya arquivolta nos presenta como motivo La última Cena,  el virtuosismo de talla alcanza un alto grado de expresión, en donde la influencia francesa, como ya apuntamos, se hace patente.


 

CANECILLOS TEJAROZ PORTADA SUR

 


Son ocho en total. De izquierda a derecha tenemos:


Can.Tej. P. S. I: Monje en actitud onanista.

Can.Tej. P. S. II: Monje vestido con una túnica o hábito, parece llevar un objeto entre las manos.

Can.Tej. P. S. III: Monje sedente leyendo.

Can.Tej. P. S. IV: Animalístico, liebre o conejo agazapado.

Can.Tej. P. S. V: Monje en actitud de recogimiento.

Can.Tej. P. S. VI: Monje desnudo, lleva algo en las manos que apoya entre las piernas.

Can.Tej. P. S. VII:Igual a los anteriores que van vestidos, y en la misma actitud.

Can.Tej. P. S. VIII: Monje desnudo, parece tener características itifálicas.

 

 

 

Si bien, como ya apuntamos, todos ellos comparten una misma forma de indumentaria que les da una apariencia muy similar y extraña, también sus rasgos faciales son muy parecidos, observándose las mismas expresiones y actitudes, es como si el maestro escultor no hubiera puesto mucho cuidado a la hora de intentar caracterizarlos, para dotar a cada uno de ellos de una individualidad propia.

 

 

 

 


Pasando a una descripción más detallada, en el Can.Tej. P. S. I vemos a un personaje desnudo que presenta un falo de tremendas proporciones al que se lleva la mano izquierda, mientras que la derecha se la lleva a la barbilla.


En el Can.Tej. P. S. II, otro personaje muy similar, pero esta vez vestido con una túnica o hábito que le llega hasta los tobillos, parece sonreír mirando algún objeto que tiene entre las manos; al mismo tiempo parece sujetar algo debajo del brazo, pero no podemos distinguir con claridad de que se trata. Los pliegues del hábito son tratados con cierto virtuosismo que nos recuerda la talla de la portada.

 

 


 

 

En la misma línea que el anterior es el personaje del Can.Tej. P. S. III, pero ahora parece leer de un libro u hojas. Esta serie de personajes se interrumpe con el Can.Tej. P. S. IV que es animalístico, teniendo en él la representación de una liebre o conejo agazapado, para volver a continuar en el canecillo siguiente, Can.Tej. P. S. V, en el que otro personaje igual a los anteriores, sentado y con largas faldas, junta las manos a la altura de la cintura en actitud de recogimiento.

 

 


 

 

De nuevo el desnudo hace su aparición en el Can.Tej. P. S. VI en que un personaje similar, sentado y sin ropa, lleva algo entre las manos que apoya entre las piernas.


El Can. Tej. P. S. VII es igual a los anteriores que van vestidos, y presenta la misma actitud. El último canecillo de la serie, el Can. Tej. P. S. VIII, es más volumétrico, o también pudiera ser que tuviera algo entre los brazos. Va desnudo, y parece tener características itifálicas.

 

 



Ya pasando al muro Sur, su alero está sostenido por doce canecillos que guardan muchas semejanzas con los del tejaroz de la portada, anteriormente descritos. Unos van vestidos, otros desnudos, pero todos ellos van cubiertos con el mismo tocado, como si pertenecieran a una orden religiosa determinada. Las actitudes son las mismas que pudimos observar ya. Todos están sentados, o bien con las manos juntas, como entrecruzadas, a la altura de cintura en actitud de rezo, o bien sosteniendo algo entre ellas, como puede ser algunas veces un libro. Sólo dos de ellos no son iconográficos, Can. S. VIII y IX, y el VI que es de difícil identificación. También como novedad con respecto a los del tejaroz, es que aquí el último de la serie, Can. S. XII, parece que toca un instrumento, algo parecido a una especie de flauta.




 

El ábside es semicircular y está precedido por los tramos rectos del presbiterio.

 

CANECILLOS DEL ÁBSIDE

 

Alberga en total veintidós canecillos. Comenzando por el presbiterio del lado sur:


 

 

 

 







Can. Abs. I: Molduras geométricas.

Can. Abs. II: Hombre sentado transportando un tonelito.

Can. Abs. III: Animalístico, liebre o conejo.

 

 


 
  

 





Can. Abs. IV: Juglar músico tocando la flauta.

Can. Abs. V: Mujer embarazada en posición invertida.

Can. Abs. VI: Clérigo juglar tocando la vihuela.

Can. Abs. VII: Geométrico.

Can. Abs. VIII: Geométrico.

 

 

 

 

 
 





Can. Abs. IX: Clérigo o monje con libro abierto entre las manos.

Can. Abs. X: Geométrico.

Can. Abs. XI: Moldura geométrica.

Can. Abs. XII: Molduras geométricas.

 

 

 


 

 
 



Can. Abs. XIII: Animalístico, toro o macho cabrío.

Can. Abs. XIV: Moldura geométrica.

Can. Abs. XV: Figura de mujer de pie y vestida como posible mente fueran las aldeanas de aquella época.

Can. Abs. XVI: Geométrico.

Can. Abs. XVII: Liso sin decoración. 

 

 


 





 




Can. Abs. XVIII: Figura varonil, sedente y desnuda, mostrando los órganos genitales y en posible actitud onanista.

Can. Abs. XIX: Mujer desnuda embarazada.

Can. Abs. XX: Molduras geométricas.

Can. Abs. XXI: Figura humana varonil, en posible actitud onanista.

Can. Abs. XXII: Liso sin decoración.

 

 

 

 






En cuanto a la descripción iconográfica de aquellos más interesantes para nosotros, en el Can. Abs. II vemos a un hombre sentado que transporta sobre sus hombros un pequeño barrilito. Su actitud es de estar descansando, pues incluso parece que tiene los párpados entornados. Aunque no se perciben rasgos itifálicos que nos indicarían condición de desnudez, tampoco se aprecian restos de que en su día pudiera ir vestido.







A continuación volvemos a encontrarnos la representación de una liebre o conejo, iconografíaanimalística muy común dentro de la plástica que nos ocupa, y ya de nuevo en el Can. Abs. IV se representa en él a un músico sentado, tocando una especie de flauta similar a la del Can. S. XII. Con la mano izquierda sujeta el instrumento que se lleva a la boca, y la derecha la mantiene en alto. Parece ir desnudo.

 

 
 


En el canecillo siguiente, Can. Abs. V, vemos a una mujer embarazada en posición invertida. Claramente se trata de una mujer en dicho estado, pues las muestras de éste, con ese vientre tan abultado, son palpables. Parece ser una mujer casada, pues lleva toca. Va desnuda y se lleva las manos al bajo vientre. Es difícil saber por qué tiene esta posición invertida, ya que no es debido a una errónea colocación del canecillo, como en un primer momento pudiera pensarse, pues éste aparece bien colocado si nos fijamos en como están los otros, la única explicación posible es que el artista quisiera indicarnos con esta posición que la mujer no se encuentra de pie sino echada.










El Can. Abs. VI presenta a un músico tocando el rabel. Lleva la cabeza cubierta con esa especie de casquete o gorro tan característico, que veíamos aparecer en muchas otras representaciones, por lo que pudiéramos decir que se trata quizás de un clérigo.


Siguen a éste toda una serie de canecillos de escaso interés para nosotros, por tratarse de simples molduras geométricas y otros sin decoración, pues posiblemente los primitivos se hayan perdido, para encontrarnos de nuevo en el Can. Abs. IX a un personaje vestido con traje largo y mostrando un libro abierto entre las manos. 



 

 

Parece tratarse también de un clérigo o monje, pues lleva el mismo tocado que el anterior descrito. Da la sensación de tener los párpados entornados y poseer una poblada barba que hoy en día apenas se insinúa.









De nuevo, hasta el Can. Abs. XV no volvemos a encontrarnos con iconografía antropomorfa, en el que una figura de mujer se encuentra de pie, y vestida como posiblemente fueran las aldeanas de aquella época.

 

 

 


     
 
A su vez, el Can. Abs. XX se caracteriza por presentar a un hombre sedente y desnudo, y al igual que los anteriores va con la
cubierta y, además, con una poblada barba. Reposa las manos sobre las rodillas, y muestra unos excesivos órganos genitales, habiendo desaparecido el falo. A continuación en el Can. Abs. XXI se representa de nuevo a una mujer ostensiblemente embarazada que se lleva las manos al bajo vientre, como sujetándoselo. Parece que va desnuda, pero se cubre el pecho con una especie de corsé.

 


Ya para terminar, por lo que respecta a nuestra iconografía, en el Can. Abs. XXIII se encuentra un hombre sentado y desnudo, que se lleva la mano derecha al falo en posible actitud onanista, y con la izquierda se acaricia la barbilla.

 

 

 


 

 

LA ESPADAÑA


Alberga dos campanas, cobijadas cada una de ellas bajo un vano, cuyo arco es de medio punto. En la zona de separación de ambos nos encontramos con dos pequeñas columnas adosadas, y flanqueándolas existen dos canecillos cuya iconografía y estilo es semejante a los ya vistos en el alero del tejaroz y muro Sur.


  1. Can. Izdo. Esp.: Parece tratarse de nuevo de un clérigo en actitud de rezo, con las manos juntas sobre las rodillas.

  2. Can. Drcho. Esp.: Es muy semejante al anterior,  pero ahora junta sus manos sobre el regazo.

 

 



 

EL INTERIOR

 










Si bien parte de su plástica, y por su iconografía, como acabamos de ver, nos emparenta con esas iglesias que no traspasan la frontera de mediados del S. XII, no obstante, existe otra que nos remite a los maestros de San Andrés de Arroyo y del Monasterio de Aguilar, como nos demuestra la obra escultórica de esta portada.





Es por ello por lo que creemos que queda justificado que en los capiteles de su arco de triunfo no aparezcan los típicos motivos del monstruo andrófago, u hombre con león, y el de águilas con las alas explayadas, sino ese otro que viene a sustituir a estos primeros, como es el de Daniel entre los leones, esculpiéndose el de Sansón desquijando al león.