Nuestra Señora de los Ángeles de San Vicente de la Barquera




La actual iglesia es ya un edificio gótico, pero indudablemente debió de existir antes de ella, y en el mismo emplazamiento, una iglesia románica de la que nos quedan algunos restos.


La puerta que se abre al Oeste se cubre con un pequeño tejaroz que alberga canecillos de raigambre muy románica. Unos son animalísticos  el tercero presenta esa característica bola o fruto medio cubierto por una hoja, en los otros aparece la figura humana, sola en el Can. Tej. P. O. II, formando pareja en los  Can. Tej. P. O. VII-VIII, a las que encontramos abrazándose, y mientras en el segundo los personajes se encuentran vestidos, los del segundo destacan por su desnudez.


No obstante, lo que más ha llamado nuestra atención, son dos capiteles de esta portada. De ellos no tenemos material fotográfico pero, como nos dicen del Olmo García y Varas Verano en su obra El Románico erótico en Cantabria (pág. 163), es evidente, y sin lugar a ningún tipo de duda, pues los datos con que dotó el maestro escultor a la composición no dan pie a posible equivocación, la actitud que muestra el personaje representado en uno de los   capiteles de la derecha de la portada oeste del hastial de la iglesia, pues en él nos aparece un clérigo barbado que sube los faldones de su vestimenta dejando al descubierto su miembro viril en erección y sus testículos.


Así mismo, en uno de los  capiteles del lado izquierdo de la misma portada, tenemos otra composición que, si bien no es tan evidente como la anterior, bien podría estar hablándonos de un acto homosexual a la vista de lo en ella representado. Se trata ahora de una pareja de dos hombres, pues ambos son barbados, echado uno panza abajo sobre el suelo y el otro encima, que por la manera en como se acoplan bien pudieran estar realizando el acto carnal, pues mientras que el de arriba separa abiertamente las piernas, el de abajo presenta los faldones de su traje talar subidos y arremolinados a la cintura.  (Ibídem, pág. 76)


No cabe duda, pues, que nos encontramos ante unas reminiscencias iconográficas de esas representaciones, cuya plástica, no traspasa las fronteras de esa primera mitad de la duodécima centuria.