Santa Juliana de Santillana del Mar






Ya en la costa, nos encontramos con otra de las cinco Colegiatas de Cantabria, y muy interesante en algunos aspectos para nuestro estudio. Es ésta la de Santa Juliana de Santillana del Mar, existiendo constancia epigráfica de que ya a finales del S. VIII, o principios del IX, existía una iglesia o monasterio en donde hoy se encuentra la actual fábrica románica, el cual hacia mediados del S. X da muestras de un predominio e importancia tanto territorial como espiritual, al ser incorporados a él los de Toporías, San Pedro del Valle y Vargas, al igual que el de Villafranca en Liébana. Posteriormente, todo el S. XI supondrá para éste el enriquecimiento de su patrimonio gracias a las donaciones a él realizadas, que le suponen expansión y poderío económico, situación que se continua en la primera mitad del S. XII, siendo las donaciones, cesiones y entregas, constantes.


En cuanto a su contexto socio-religioso, es a finales del siglo X cuando se produce una reorganización del monasterio,  estableciéndose un pacto entre los monjes y fratres con el abad. Por la documentación existente, sabemos que ya por estas fechas estaba constituida  por una comunidad importante, formada por cuarenta y ocho clérigos y el abad. Gracias a los estudios realizados, se sabe que el carácter de esta comunidad no era propiamente monacal, sino canónica no episcopal. (Eálo de Sá, 1978, págs.114-115)


En cuanto a la fábrica románica, no cabe duda que la cronología de sus comienzos es preciso llevarla al S. XI, continuándose su construcción a lo largo de la duodécima centuria, y sufriendo también después sucesivas transformaciones, transformaciones que también podemos observar en su abundante iconografía, en la que temática y estilo van cambiando según su ubicación, y en estrecha relación con la cronología del lugar que ocupa.


Sus aleros se encuentran en su mayoría recorridos por toda una serie de canecillos que nos ligan tanto por su iconografía como por la forma en que son tratados, a la plástica de la segunda mitad del siglo XII. No obstante, es preciso recordar que, debido a transformaciones posteriores, su plástica primitiva se ha perdido, como nos lo demuestran toda una serie de canecillos encontrados al realizar recientemente algunas obras, y que primitivamente estaban ubicados en el alero del muro sur, en donde actualmente se encuentra una logia. Estos sí que nos están ligando al mundo de Cervatos.


Su interior, de gran riqueza iconográfica por lo que respecta a sus capiteles, es de suma importancia para nuestro estudio, ya que en algunos de ellos es en donde podemos observar esa iconografía tratada por nosotros, y tan poco frecuente en esta parte de la iglesia, pero que sin duda tuvo que haber existido, como nos lo dan a entender los restos con los que nos encontramos.

 

 




En el exterior, lo que primero llama nuestra atención es la portada románica que se abre en el muro Sur, y que, aunque sufrió modificaciones posteriores por lo que respecta a su cubrición, parece ser la primitiva en su estructura. Es bastante sencilla, como es la tónica general del románico de la zona que tratamos, y conserva cuatro capiteles iconográficos, dos a cada lado, de los seis que en un principio debieron de existir, hoy en día desaparecidos los dos interiores. En cuanto a su iconografía, los de la derecha nos ofrecen una serie de figurillas humanas de las que nos es difícil precisar algo debido al estado de erosión en que se encuentran.


Sobre la última arquivolta exterior existen toda una serie de representaciones iconográficas consistentes en pequeñas figurillas, muy toscas y la mayor parte de ellas descabezadas, vestidas con largas túnicas y mantos, y en diferentes actitudes. Algunas de ellas llevan libro en la mano, otras algún otro objeto, una de ellas se encuentra en actitud de bendecir. Son doce en total, y en el medio de todas ellas, separándolas en dos grupos,  se encuentra la representación de un Pantocrátor en mandorla, a la que sujetan cuatro ángeles en posición horizontal. Debajo de estas representaciones, en las enjutas del arco, existen dos relieves, uno a cada lado, en los que podemos intuir a Adán y Eva ante el árbol del Bien y el Mal en el de la izquierda,  mientras que el de la derecha nos ofrece un grupo de tres figuras cubiertas con largas túnicas.


Rematando la portada tenemos un frontón construido en el S. XVII, y en medio de éste, en una hornacina, la imagen de Sta. Juliana, patrona de la Iglesia.


En la parte superior de este muro Sur existe hoy en día una logia, añadido del S. XVII, que hizo desaparecer los canecillos románicos que en su día soportaban el alero del tejado, tanto de la nave lateral como de la nave mayor de esta parte, y que posteriormente fueron recuperados algunos de ellos. García Guinea (1979, T.II, pág.164), nos dice que ha podido contar los que se ven que faltan, y sólo ya de la nave principal ascienden por lo menos a treinta y siete.


Por la iconografía de los recuperados, y por el gran número de los desaparecidos, consideramos que fue una pérdida de capital importancia para nuestro estudio, pues los que actualmente se exhiben en el claustro, y que primitivamente estaban ubicados en esta parte de la iglesia, son de vital importancia para nosotros, no sólo por su iconografía, sino también por su talla y tipologías que nos acercan al mundo de Cervatos. A continuación, daremos una descripción de aquellos más interesantes para nosotros.

 

 

 

 


Por lo que respecta a esta composición, vemos como es de un estilo muy similar a la plástica de Cervatos. De muy difícil descripción, pues a primera vista parece una composición de dos figuras, una detrás de la otra, al fijarnos más detenidamente en ella, observamos que, si bien en un principio da la sensación de existir sólo dos cabezas, no obstante, existen tres cuerpos que se superponen.


En el primer plano nos aparece un personaje de grandes ojos almendrados y nariz prominente. De cuello más bien delgado, se une a través de éste a una masa informe que parece ser su cuerpo. En segundo plano nos encontramos con lo que en primer lugar parecía formar parte del cuerpo de este personaje, pero, al observarlo más detenidamente, vemos que se diferencian perfectamente los volúmenes, individualizando a cada uno de ellos. Este segundo personaje asoma su cabeza por detrás de esa otra ya descrita, y con ella ladeada, apoya la barbilla en su propio hombro. Si bien se le aprecia perfectamente el perfil y la parte inferior del rostro, no así la nariz y los ojos que constituyen una masa informe, por lo que, a primera vista, parece que corresponde todo ello a una tercera figura que aparece en último plano. Va vestido con una larga túnica de amplias mangas, y con sus brazos rodea esa masa informe del cuerpo de la figura del primer plano. Nada más podemos precisar de esta parte inferior, pues tanto sus manos como el resto del cuerpo, que abraza, se encuentran completamente destrozados.

 

En el tercer plano nos encontramos con otra figura a la que tapan prácticamente las otras dos. De ésta sólo podemos apreciar su perfil, tanto del rostro como del cuerpo, pero parece estar de rodillas y llevarse la mano derecha a la cabeza, como soportando todo el peso de ésta en ella. En cuanto a sus actitudes son también difíciles de precisar. Ese tercer personaje parece que duerme; el del medio parece abrazar al que tiene delante; y este último, con la cabeza erguida, muestra en la boca un pequeño cuerno o cornucopia.


Después de todo lo dicho hasta aquí, no cabe duda que se trata de tres rostros que corresponden cada uno a un cuerpo diferente. No obstante la composición no es del todo clara, pues si bien los dos últimos cuerpos se encuentran completamente individualizados en cuanto a formas y volúmenes, no pasa lo mismo con el del primer plano y ese otro intermedio. Si en un principio nos habíamos inclinado por pensar que uno abraza al otro, al observarlos más atentamente, es como si la masa informe del cuerpo de la figura del primer plano saliera del propio cuerpo de esa otra figura que parece abrazarla, pues incluso, y aunque no podamos asegurarlo por encontrarse completamente destrozada la parte inferior del canecillo, todo parece indicar que esos volúmenes deteriorados corresponden a lo que sería la parte inferior de la túnica del personaje sentado en segundo plano.


Si todo nos parece confusión a la hora de determinar los límites de unos cuerpos y otros, no sabiendo si realmente se encuentran individualizados o uno surge del otro, algo similar pasa con sus rostros, encontrándose entonces los tres implicados. Quizás la individualización es más patente entre el último y el del medio, sobre todo por lo que se refiere a la parte inferior del mismo, pero no así en cuanto a la superior, que más que superponerse parece que se funden. Este detalle se acusa más por lo que se refiere a ese mismo personaje del segundo plano y al del primero. Se puede decir que no existen límites de talla entre uno y otro, podría achacarse a la erosión, pero da la casualidad que son precisamente los rostros los menos afectados por ésta, de tal manera que formas y volúmenes pueden apreciarse con toda claridad, apareciendo también muy marcados. ¿Qué es lo que en realidad intenta representar el maestro escultor? ¿Nos encontramos ante lo que posiblemente sea una transformación sucesiva?.



La representación que vamos a contemplar a continuación, constituye una muestra iconográfica de vital importancia para nuestro estudio, pues se trata de una muestra en la que la figura del andrófago podemos apreciarla casi completamente, y no sólo su cabeza, como es tónica general cuando nos encontramos con su iconografía.

 

 


Es ésta una composición de dos figuras. El animal, de cabeza monstruosa, se encuentra en un segundo plano. Sólo se puede apreciar parte de su cuerpo, pues éste aparece tapado por una figura varonil que se encuentra en el primero. A pesar de ello, podemos comprobar que todavía quedan restos de la talla de su primitivo pelaje. No tiene cuello, y la cabeza se le une directamente al torso. Esta cabeza de grandes ojos y orejas puntiagudas, más parece corresponder, por sus formas y volúmenes, y por la manera en que se une al cuerpo, a una gran máscara (de esas que portan los cabezudos aún hoy en día en las fiestas de muchos pueblos), que a la cabeza real de una fiera. Vienen a apoyar nuestra hipótesis las manos del mismo animal, pues éstas, más que garras, parecen humanas, no así los brazos que van cubiertos con la misma piel o disfraz con que cubre su cuerpo. Su posición parece ser sedente, pero nada podemos decir de sus extremidades inferiores, pues, o bien se encuentran completamente destrozadas, o bien su torso parece salir directamente del cuerpo del canecillo. Con las manos coge por el cuello a esa otra figura que se encuentra delante, pero más que agarrarla da la sensación de que reposa sus manos en ella. De boca grande y dentada, abre desmesuradamente ésta, como queriendo abarcar la cabeza de su presumible víctima, pero ésta, en actitud solemne, con la mano derecha apoyada en su pecho, más que víctima, parece asistir a un trance ritual.


Es ésta figura del primer plano claramente varonil, pues es un personaje medio calvo del que todavía podemos apreciar parte de la talla, de lo que en su día pudo ser una poblada barba. Sólo aparece representado de medio cuerpo para arriba, y, con la cabeza un poco inclinada hacia atrás, mira hacia lo alto con unos ojos desmesuradamente abiertos. Su actitud es, como apuntamos, solemne y apacible. Nada hay en él que denote agitación, miedo o inquietud.

 



 

En otro de estos canecillos, vemos ahora a un clérigo en posición sedente. Va vestido con taje talar y se cubre la cabeza con ese gorro tan característico que le llega hasta las cejas.


En cuanto a su tipología, nos acerca mucho a las representaciones de Cervatos del mismo tipo. Es de pequeño canon, ojos bastante grandes y almendrados, y prominente nariz. Con las manos agarra un instrumento que se lleva a la boca. A primera vista parece que está bebiendo, pero es demasiado alargado para que se trate de un vaso. Podría tratarse de otro recipiente, pero, si nos fijamos bien, éste es hueco por dentro, por lo que nos inclinamos a pensar que pudiera ser un instrumento de viento, parecido a una flauta, aunque su grosor sea desmesurado. Además, la posición de sus dedos parece que apoya nuestra hipótesis.

 

 


Por lo que respecta a la composición siguiente, se trata ahora de dos figuras, una de mayor tamaño detrás, que parece estar sentada, y otra más pequeña delante, pero que presenta los mismos rasgos faciales de la otra. Ambos son figuras masculinas, pues son barbados, pero no presentan ningún otro rasgo llamativo que llame demasiado nuestra atención, a no ser ese asombroso parecido de su rostro. Es como si el artista hubiera querido representar al mismo personaje a diferente tamaño.


De sus cuerpos poco podemos decir, pues sólo se perciben los hombros y parte de los brazos de la figura a mayor escala. Del otro, lo único que nos queda es su cabeza, si es que en algún momento tuvo algo más, pues todo parece indicar, que se trata de un personaje que presenta entre sus manos otra cabeza más pequeña, que podía ser la suya propia por el asombroso parecido ya apuntado. No obstante, no podemos afirmarlo con seguridad, puesto que la parte inferior del canecillo está completamente destrozada.

 

 

 


Estamos ahora ante otra composición de dos figuras, muy parecida a la anterior, pero aquí es una mujer la que presenta entre sus brazos a otra de tamaño más pequeño, que si bien no se parecen tanto, ciertos rasgos son similares.


Ésta nos aparece en posición sedente, va cubierta con un amplio manto que le llega hasta los pies, y cubre también su cabeza con un pañuelo. Los rasgos de su rostro son muy pronunciados. De nuevo nos volvemos a encontrar con esos grandes ojos almendrados y prominente nariz. En actitud solemne, levanta la cabeza y mira hacia lo alto. Entre sus brazos surge esa otra pequeña cabeza, cuyo cuerpo parece permanecer oculto por el manto de la anterior, pero este detalle tampoco podemos precisarlo, pues, al igual que el otro canecillo, éste también se encuentra completamente destrozado por esta parte.

 

 

 

 


Muy similar a la de los otros dos anteriores es la composición siguiente, pero ahora el estado de conservación del canecillo es inmejorable.


Un personaje masculino sentado vuelve a presentarnos a otro de tamaño más reducido, también sedente, entre sus piernas. Las tipologías siguen siendo las mismas que las de los anteriores. Uno y otro tienen prominente nariz, y ojos almendrados y oblicuos. El de mayor tamaño inclina la cabeza hacia atrás, como mirando el firmamento, de tal manera que, tal como está hoy en día colocado, el espectador difícilmente puede ver su rostro. Va vestido con larga túnica, y con sus manos atrae hacia si el cuerpo del pequeño personaje que se encuentra sentado entre sus piernas. De éste sólo podemos percibir el rostro y las piernas, pues su cuerpo queda oculto detrás de esas manos que le tienen sujeto. Su expresión es infantil y sonriente, y lleva la cabeza cubierta por una especie de gorro.

 

 

 


 

 


 


La representación que vemos ahora es muy curiosa, pues si bien en uno de los laterales podemos contemplar medio cuerpo de una figura masculina, vestida con sayal corto, en actitud de tocar el arpa, y de la que poco más se puede decir, debido al desgaste sufrido por la erosión, a no ser que nuevamente mira hacia lo alto, en el nos aparece otro medio cuerpo de un bóvido, posiblemente un toro o buey, en actitud de tocar el mismo instrumento con sus cuatro pezuñas. El citado instrumento, de un tamaño bastante considerable, hace de elemento separador entre ambos.

 

 

 

 

 


A continuación volvemos a ver de nuevo una composición, ahora de dos mujeres de canon también reducido y rasgos faciales muy semejantes, por no decir iguales. Una parece llevar cogida por el hombro a la otra. Si bien el estado de conservación de los rostros es perfecto, no pasa lo mismo con el resto del cuerpo, que se encuentra completamente destrozado. No obstante, por los restos que nos quedan de la talla de las vestiduras de la mujer, que se encuentra a la izquierda del espectador, da la sensación que ambas irían cubiertas por un amplio manto que les llega hasta los pies. Llevan la cabeza cubierta con toca, o quizás un pañuelo como el que veíamos en la cabeza de la mujer del otro canecillo ya descrito. Parecen encontrarse en actitud de marcha, por la manera en como inclina el cuerpo hacia adelante la mujer situada a la izquierda.

 

 




 
 

 

 





El hastial de la nave crucero sur está cubierto a dos aguas, y su alero alberga canecillos iconográficos. No obstante asistimos a un cambio tanto de iconografía, como de estilo de los mismos, con respecto a estos otros descritos anteriormente. Son ahora representaciones de pequeño tamaño, en donde predomina la temática animalística, apartándonos ya del mundo de Cervatos.

 

 

 



  1. CANECILLOS DEL HASTIAL DE LA NAVE CRUCERO SUR

  2.  

  3. Can. Hast. S. I : Cabeza animalística.

  4. Can. Hast. S. II : Parece una cabeza humana unida a un cuerpo muy pequeño.

  5. Can. Hast. S. III: Figura de animal.

  6. Can. Hast. S. IV : Torso y cabeza de cabra o ciervo.

  7. Can. Hast. S. V: Figura humana en posible actitud onanista.

  8. Can. Hast. S. VI: Figura humana, semejante a la anterior, pero con soga atada al cuello.

  9. Can. Hast. S. VII: Especie de ave.

 

  

 

La otra vertiente del hastial muestra también toda una serie de canecillos iconográficos, nueve en total, animalísticos y geométricos.

 

 

 

LA CABECERA


Presenta tres ábsides. El central de mayor tamaño, como es norma general, y los laterales más pequeños.

En el ábside menor sureste nos encontramos con diez canecillos, mientras que el ábside mayor, precedido de los muros del presbiterio, presenta veintiséis en total, correspondiendo dieciocho de ellos al semicírculo absidal. El ábside menor nordeste parece muy reformado, lleva cinco canecillos, pero todos simples en caveto.


 

CANECILLOS DEL ÁBSIDE LATERAL SUR-ESTE


El ábside lateral Sureste va precedido del tramo recto del presbiterio, el cual presenta canecillos, pero, al igual que los del alero del crucero de este lado, son de caveto sin decoración.

 


  

 




Can. Abs. S. E. I: Cabeza y cuello de cabra de gruesos cuernos que se arquean hacia atrás.

Can. Abs. S. E. II: Cabeza de animal de grandes fauces que parece engullir la cabeza de otro cuyo cuerpo está al aire.

Can. Abs. S. E. III: Posiblemente un enmascarado.

Can. Abs. S. E. IV: Parece la figura de un carnero.

Can. Abs. S. E. V: Posible enmascarado disfrazado de cuadrúpedo.

 

 

 

 

 




Can. Abs. S. E. VI Cabeza animalística de orejas de asno y cuernos de carnero.

Can. Abs. S. E.VII Cabeza invertida de cuya boca sale una bola o fruto medio cubierto por una hoja.

Can. Abs. S. E.VIII Figura y cuerpo de animal.

Can. Abs. S. E. IX Figura humana desnuda y en postura de yoga.

Can. Abs. S. E. X Figura de mujer a cuyo cuerpo se encuentran enroscadas una serie de serpientes.

 

 

 

Así pues, vemos como el semicírculo del ábside tiene en total diez canecillos, muy semejantes en iconografía y estilo a los del hastial sur. Sólo en algunos podemos percibir recuerdos de esa iconografía que empieza a desaparecer, como es la del Can. Abs. S. E. III, en donde vemos un posible enmascarado en la función de monstruo andrófago, ya que se trata de una figura humana de cabeza animalística, que se apoya sobre otra cabeza humana.

 


 

La iconografía del enmascarado volvemos a encontrárnosla en el Can. Abs. S. E. V que presenta a un personaje disfrazado de cuadrúpedo, pues los rasgos de la cara son humanos mientras que el resto del cuerpo tiene las características de uno de estos animales.

 

El Can. Abs. S. E. VI parece a primera vista una cabeza animalística, pero si nos fijamos atentamente, ésta no corresponde a ningún animal real, puesto que presenta orejas de asno y cuernos de carnero, es por ello por lo que quizás de nuevo se trate de otro enmascarado.

 

 

 

 



Es en el Can. Abs. S. E. IX en donde nos aparece una nueva iconografía que hasta ahora no habíamos visto en ninguna representación. Aunque el canecillo se encuentra bastante desgastado por la erosión, podemos contemplar a una figura humana desnuda y en postura de yoga. Con el brazo derecho flexionado y la mano a la altura del pecho, parece mostrarnos un objeto esférico que tiene entre los dedos. El brazo izquierdo lo avanza hacia adelante, pero tiene la mano mutilada, por lo que no podemos saber si en ella portaba algo. Los rasgos del rostro son apenas perceptibles, quedando sólo la talla de los amplios volúmenes, no obstante, da la impresión de que lleva la cabeza completamente rasurada, a la manera pues de un sacerdote oriental.


Es curioso observar la gran carga de orientalismo que tiene esta representación. Estamos acostumbrados a verla en motivos iconográficos influenciados por las telas persas y sasánidas, pero son motivos sobre todo geométricos y de animales fantásticos; incluso también en la talla de algunas muestras escultóricas, como puede ser el tímpano de la portada sur de San Pedro de Cervatos, pero nunca en cuanto a tipologías.


No obstante, no es el único ejemplo que encontramos. En la pequeña iglesia del pueblo de Cezura, (no catalogada nunca como románica, por lo menos en la documentación más importante sobre esta zona y consultada hasta ahora), se encuentran una serie de canecillos en el presbiterio Sur y Norte, cuyas tipologías son claramente orientales, incluso alguno de ellos podríamos identificarlo con una especie de momia con el cuerpo completamente vendado. Estas representaciones están indicándonos, que no sólo son motivos iconográficos, considerados como decorativos por la mayoría, la influencia que nos llega de lejanas tierras. Es algo más, son incluso prácticas rituales, como nos está demostrando esta representación en el ábside de una iglesia cristiana.

 

 


Cierra esta serie de diez canecillos el Can. Abs. S. E. X, en el que volvemos a ver otra de las representaciones iconográficas de las que queda mucho por decir, y en la que indudablemente asistimos a lo largo del tiempo a un cambio de significado.


Es ésta la de esa figura de mujer a cuyo cuerpo se encuentran enroscadas una serie de serpientes. Por el estado de conservación del canecillo poco es lo que podemos especificar, pues sólo se perciben los volúmenes, pero es una de esas muestras a tener en cuenta dentro de esta iconografía. No son muchos los ejemplos de ella que hemos encontrado en estas iglesias que presentan una iconografía de la primera mitad del S. XII, pero algunos existen, y es bien sabido que esta misma iconografía en algunas culturas representaba a la Madre Tierra.

A las muestras cretenses que han llegado hasta nosotros se les llama "diosas de las serpientes", o se las identifica con sacerdotisas, y en pleno románico, influenciado por la corriente ortodoxa romana, pasan a ser el símbolo de la lujuria.

 

 

 

CANECILLOS DEL ÁBSIDE MAYOR


El semicírculo del mismo está precedido del muro recto del presbiterio, pero todos los canecillos que en él nos encontramos son simples de caveto sin decoración. Ya en el semicírculo del ábside asistimos a una serie de representaciones que siguen la tónica general de los ya descritos de esta parte de la iglesia, por lo que son muy pocos los interesantes para nosotros, y que podemos considerar como un mero recuerdo de lo que en un tiempo anterior existió, y que ahora se ha perdido.


  1. Can. Abs. E. I: En caveto. 

  2. Can. Abs. E. II: En caveto.

  3. Can. Abs. E. III: En caveto.

  4. Can. Abs. E. IV: En caveto.


  


  1. Ya dentro del semicírculo tenemos:


  2. Can. Abs. E. V: Dos cabezas, la superior medio humana medio animal, la otra en la parte inferior del canecillo y en posición invertida.

Can. Abs. E. VI: Figura humana de pie, y cubierta   por un gran manto.

Can. Abs. E. VII : Arpista desnudo y sentado.

Can. Abs. E. VIII: Entrelazo con motivo de cestería.

Can. Abs. E. IX: Entrelazos laterales,  y en medio cuatro bolas o frutos medio cubiertos por una hoja.

Can. Abs. E. X: Cabeza animalística, posiblemente un cerdo.

 





Can. Abs. E. XI: Figura humana cubierta por un amplio manto.

Can. Abs. E. XII: Bola o fruto medio cubierto por una hoja.

Can.Abs.E.XIII: Pareja humana, sentada y abrazándose, cubiertas con manto.

Can.Abs.E.XIV: Motivo de águila.

Can.Abs.E.XV: Monstruo andrófago.

Can.Abs.E.XVI : Cabeza de animal monstruoso con las fauces abiertas.

 

 


 

 





Can. Abs. E. XVII: Una mano humana.

Can. Abs. E. XVIII: Motivo de molduras simples.

Can. Abs. E. XIX: Una pierna con su pie respectivo, éste va calzado y parece lucir espuelas.

Can. Abs. E. XX: Animalístico.

Can. Abs. E. XXI: Un pez.

Can. Abs. E. XXII: Motivo de entrelazos.

 

 



A continuación viene el alero del muro recto del presbiterio, pero sus canecillos son simples en caveto.

 

 
 



 

Pasando ahora a la descripción de aquellos relacionados con la iconografía que nos ocupa, tenemos en el Can. Abs. E. V una cabeza, medio humana medio animal, en la parte inferior del canecillo y en posición invertida, en cuya boca mete sus manos una figura representada de medio cuerpo para arriba, y de cabeza monstruosa. Sólo ésta nos habla de lo que en un principio podríamos identificar con un cerdo, pues al fijarnos detenidamente en el resto de la figura, su cuerpo es completamente humano, lo mismo que los brazos y esas pezuñas que más que nada son manos. Podría ser muy bien lo que veníamos identificando como enmascarados.







En el Can. Abs. E. VI se encuentra representada una figura humana de pie, y cubierta por un gran manto que recoge con su mano izquierda. En la derecha lleva un largo bastón en el que parece apoyarse, y cuya empuñadura tiene la característica forma de "T".

 






La temática juglaresca hace su aparición por primera vez, por lo que respecta a esta parte de la iglesia, en el Can. Abs. E. VII, en el que vemos a un arpista sentado, mientras la iconografía del andrófago la vemos en el Can. Abs. E. XV, que presenta una cabeza de animal monstruoso que no sabemos si devora o vomita una figura humana, ya que en lugar de engullirla por la cabeza, como es norma general, ésta presenta todo su cuerpo hasta el pecho dentro de la boca del andrófago, dejando sólo al aire su cabeza.

 

 

Y poco más tiene interés para nuestro estudio, pues todos los demás muestran motivos animalísticos o geométricos.


 

  



Solamente el Can. Abs. E. XI y el Can. Abs. E. XIII son antropomorfos. En el primero nos encontramos a un personaje envuelto en un amplio manto, con la cabeza rasurada y de prominente nariz. El segundo presenta a dos personajes sentados, cubiertos con manto, y abrazándose.






CANECILLOS DEL ÁBSIDE LATERAL NORDESTE


Como hemos mencionado, su alero está recorrido por cinco canecillos,  pero todos ellos, al igual que los anteriores del presbiterio norte del ábside mayor, son simples en caveto.

 

 

CANECILLOS DEL MURO NORTE Y LINTERNA


En él volvemos a encontrarnos gran número de canecillos albergados en su alero, siendo muchos en caveto simple, pero también abundan los iconográficos. No obstante, se encuentran en la misma línea iconográfica que los ya descritos de la cabecera, por lo que no son de gran interés para nuestro estudio iconográfico.



El crucero se cubre con una gran linterna cuadrangular, cuyos aleros están soportados por canecillos, igualmente en caveto y sin decoración.

 

 

CAPITELES DE COLUMNA DE LOS ÁBSIDES


Los tres ábsides se articulan a través de columnas, presentando, como es natural, sus respectivos capiteles. El ábside menor del Sureste presenta dos cuerpos verticales separados por columnas. El ábside mayor tiene verticalmente tres cuerpos separados por cuatro columnas contrafuertes, mientras que el ábside menor nordeste sólo tiene una columna entrega. Son en total siete capiteles de columna absidales, pero sólo los dos primeros muestran iconografía antropomorfa.


  1. Cap. Col. Abs. I: Presenta en su parte central una flor y volutas, pero debajo, en los ángulos e invertidas, tenemos cuatro cabezas de cuyas bocas salen hacia abajo, unos vástagos que terminan  en bolas o frutos medio cubiertos por una hoja.

  2. Cap. Col. Abs. II: Tiene igualmente a una pequeña figura, sedente y desnuda, que ocupa la parte central del cuerpo del capitel, y que se lleva la mano izquierda a la barbilla, mientras la otra la reposa sobre su rodilla.

  3. Cap. Col. Abs. III: Cabeza monstruosa en en el centro y volutas laterales. En la parte inferior bolas o frutos medio cubiertos por una hoja.

  4. Cap. Col. Abs. IV: Se encuentra sin tallar.

  5. Cap. Col. Abs. V: Decoración geométrica de entrelazo.

  6. Cap. Col. Abs. VI: Una flor entre volutas, y debajo bolas o frutos medio cubiertos por una hoja.

  7. Cap. Col. Abs. VII: Decoración geométrica.

 


 

CAPITELES EXTERIORES DE LAS VENTANAS ABSIDALES


Por lo que respecta a los capiteles exteriores, pocos son también los que tienen interés para nosotros. El ábside menor del Sureste tiene dos ventanas, pero sólo el último presenta decoración antropomorfa.

 


 
 

 

 








Cap. Izdo. Vent. Abs. S. E. I: De volutas.

Cap. Drcho. Vent. Abs. S. E. I: Águila en el esquinal sobre volutas.

Cap. Izdo. Vent. Abs. S. E. II: Bolas o frutos medio cubiertos por una hoja y volutas.

Cap. Drcho. Vent. Abs. S. E. II: Figura de un hombre desnudo y flexionado por la cintura hacia atrás, mirando al espectador, por lo que nos parece medio cuerpo de hombre invertido saliendo del cuerpo del capitel.

 

 

 

 

En el ábside mayor se abren tres ventanas con cuatro capiteles cada una.


Cap. Izdo. Ext. Vent. Abs. E. I: Sin decoración.

Cap. Izdo. Int. Vent. Abs. E. I: Volutas en lo alto, y entrelazos con rosetas interiores.

Cap. Drcho. Ext. Vent. Abs. E. I: Cabeza animalística con volutas y bolas.

Cap. Drcho. Int. Vent. Abs. E. I: En la cara interior del cuerpo del capitel vemos a una figurilla vestida que sostiene entre sus manos una especie de garrote. y en la cara exterior todo parece indicar que se trata de un tocador de cuerno, pues es éste un personaje vestido con sayal corto, que sostiene entre las manos, a la altura de la boca, un cuerno, el cual parece dirigir hacia el rostro de un gran monstruo. Separando ambas composiciones, en el esquinal, se encuentra un águila que tiene entre sus garras la figura de un animal.




La ventana central del ábside mayor presenta capiteles sin talla, para volver a ser iconográficos los de la tercera ventana de este mismo ábside.

 

Cap. Izdo. Ext. Vent. Abs. E. III: Volutas con roseta en la parte superior, debajo molduras en media luna.

Cap. Izdo. Int. Vent. Abs. E. III: Volutas en los esquinales y rosetas en lo alto.


Cap. Drcho. Ext. Vent. Abs. E. III: Empezando por la izquierda nos aparece una figura un  poco ladeada que parece dirigir su brazo hacia la cabeza de un monstruo. A continuación, dos personajes, uno de pie y el otro sentado. El primero se inclina hacia el otro, acercando mucho su cabeza hacia la de su compañero, que sostiene una especie de bastón o arco en la mano. Para terminar, otra figura, sentada y desnuda, se agarra a un fuste vertical de columna que termina en capitel de volutas.


Cap. Drcho. Int. Vent. Abs. E. III: Dos cabezas monstruosas de cuyas bocas salen vástagos de entrelazos.

 

 


También en el ábside menor del Nordeste se abre una ventana, pero su arco de medio punto no apoya en capiteles de columna, sino sobre el zócalo inferior del ábside. No obstante, existe un tímpano decorado que presenta dos monstruos de cuerpo entero que parecen luchar.

 

 

EL INTERIOR


De una gran riqueza escultórica en su interior, no obstante, es el resultado de la mano de distintos artífices, así como tampoco toda ella responde a un mismo tipo de iconografía, por lo que sólo nos detendremos en reseñar aquellos interesantes para nuestro estudio, íntimamente emparentados también, en cuanto a su estilo, con los canecillos que hoy en día se muestran en el claustro, y que primitivamente se encontraban en el alero de la fachada Sur. Se encuentran tres de estos en los dos ábsides laterales.

 


 
 

 

 

 


El Cap. Int. Abs. lat. Izdo. IV presenta a un personaje sentado con las piernas exageradamente abiertas y en clara actitud onanista, llevándose la mano a la base del falo, de de enormes proporciones en su día, como nos lo demuestra la huella que ha dejado éste, pero actualmente mutilado.



 
 

 


El otro capitel es el que se encuentra situado en primer lugar en el semicírculo absidal correspondiente al otro ábside menor. Es éste el Cap. Int.Abs. lat. Drcho. I, tratándose de una pareja, hombre y mujer, con algunos miembros hipertrofiados, como el gran miembro viril sobre el que parece cabalgar la figura femenina, y la mano de ésta que lo acaricia reposando sobre la base del mismo. El grosor y longitud de dicho miembro son desmesurados, hasta tal punto que no parece pertenecer a la figura varonil representada, sino que incluso pudiera ser que ambos personajes cabalgaran entrelazados sobre un gran símbolo fálico, pues al mismo tiempo él se encuentra en clara actitud onanista, al tener rodeado con su mano derecha otro falo en erección, pero de proporciones más pequeñas, muy en relación con las del resto de la composición, mientras que se lleva la otra mano a la mejilla, al mismo tiempo que su compañera parece susurrarle algo al oído.


Ambas figuras ocupan la parte central de la cesta del capitel, encontrándose a sus pies la típica bola o fruto medio cubierto con una hoja, que en este caso se parece mucho a lo que podríamos identificar con una manzana, apareciendo también éstas, dos a cada lado, rodeando a la pareja. La decoración se completa con volutas en espiral en la parte superior del mismo.


 

 


Quizás ligado con la temática juglaresca, y más concretamente con la iconografía de los “facedores de zaharrones”, pudiera estar relacionada la composición que nos aparece en el capitel derecho del arco que da paso al ábside menor lateral izquierdo, (Cap. Izdo. Arc. Abs. lat. izdo.). En la parte central de dicho capitel nos aparece una figura varonil vestida con sayal muy corto, llevando en la mano izquierda un objeto de difícil identificación, mientras que con la derecha sujeta el extremo de una soga muy gruesa, con la que lleva atado a otro personaje que se arrastra y se agarra con las manos al collarino, ocupando el esquinal izquierdo de dicho capitel.

 


 
 


También características itifálicas presenta uno de los personajes que se encuentran representados en dos de los capiteles de los pilares que sostienen las bóvedas.


En el Cap. II. S. Nav. lat. S., vemos una figura varonil de piernas abiertas y brazos extendidos, que se agarran a dos grandes volutas en espiral, situadas en las esquinas de la parte superior de la cesta de dicho capitel. Sus pies se apoyan en dos grandes hojas que suben desde el collarino y cubren las típicas bolas o frutos, al mismo tiempo que parece sentarse sobre otra de estas características bolas medio cubierta por una hoja, y sobre ella parece que se encuentra extendido su falo.

 



 

 

 

 

Muy semejante al anterior en cuanto a lo que es la cesta del capitel, es el Cap. III O. Nav. lat. N., pero ahora solo aparece el rostro de un personaje cuyos rasgos son muy parecidos a los de la figura citada anteriormente.

 

 

 

Después de toda la plástica analizada, no cabe duda que toda ella es el resultado de la mano de distintos artífices, así como tampoco responde a un mismo tipo de iconografía, pudiendo apreciarse un corte claro entre las dos, una más primitiva que nos estaría ligando al mundo de Cervatos, y otra posterior, más ortodoxa, dentro ya de las normativas impuestas por Cluny.