Nuestra Señora de la Asunción de Villabermudo








Se encuentra situada esta iglesia en la zona de Boedo, al Sur completamente de la zona que nos ocupa.


La Asunción de Villabermudo conserva casi toda su planta primitiva románica, habiéndose perdido la portada de su fachada sur. Lo más destacado para nuestro estudio se conserva en los capiteles de la ventana del muro Sur y en algunos canecillos del alero del mismo.

 

 

 


CAPITELES EXTERIORES DE LA VENTANA SUR

 

 

 

Cap. Izdo. Vent. S.: Hombre sedente enmascarado, en posible actitud onanista.



Cap. Drcho. Vent. S.: Figura sedente portando máscara entre las manos, que apoya en su regazo.

 

  

En el capitel izquierdo, en el esquinal, vemos representada la imagen de un hombre sentado que se lleva las manos al falo en erección, y aunque no puede apreciarse muy bien, parece ir desnudo. Su rostro tiene rasgos más bien monstruosos, por lo que pudiéramos decir que cubre su rostro con una especie de máscara o careta. A ambos lados, en los laterales del capitel, tenemos representaciones animalísticas. Enfrente de él, en el capitel derecho, también en el esquinal, aparece la representación de otra figura que no podemos precisar con exactitud si se trata de un hombre o de una mujer, pues si bien lleva largos cabellos que le caen sobre los hombros y hacia atrás, las facciones de su rostro son bastante indeterminadas. Al igual que en el anterior, está sentada, y no existen muestras de que pueda ir vestida. Sobre su regazo, sujetándola con las manos, nos muestra una máscara muy semejante a otras que también vemos aparecer en otras iglesias, o bien cubriendo el rostro de ciertos personajes, o bien estos nos las muestran entre las manos. 0130Lo mismo que pasaba con el personaje representado en el capitel anterior, éste se encuentra flanqueado por dos especies de animales de difícil identificación.

 

 

 

CANECILLOS DEL MURO SUR


El alero del tejado del muro sur, encima de esta bella ventana, es soportado por veinticuatro canecillos de los cuales sólo nos quedan los doce últimos iconográficos. La mayoría de ellos están en muy mal estado de conservación, pero todavía podemos percibir algunas de sus características.

 

 
 


 

De izquierda a derecha tenemos:


Can.S. XIII: Geométrico.

Can.S. XIV: Figura humana,  pero muy deteriorado, no se puede percibir ni sus rasgos ni la actitud en que se encuentra.

Can.S. XV: Completamente destrozado.

Can.S. XVI: Destrozado.

Can.S. XVII: Destrozado.

Can.S. XVIII: Destrozado.

Can.S. XIX: Destrozado.

Can.S. XX: Destrozado.

Can.S. XXI: Destrozado.

 

 


 

 

 

Can.S. XXII: Figura humana sedente y desnuda, llevando quizás una máscara entre las manos.

Can.S. XXIII: Ostentación del sexo femenino, o posible composición de dos figuras.

Can.S. XXIV: Posible composición de dos figuras.

 

 

 

 


Así pues, vemos que muy pocos son los interesantes para nosotros pero, que estén ahí, como últimos vestigios de su primitiva plástica, es algo que es preciso tener en cuenta y que nos está hablando que esta iconografía ha existido, aunque después, posiblemente, fue quitada o sustituida.


 

 

 

 

El Can. S. XXII nos muestra una figura humana, sedente y desnuda, que lleva algo entre las manos, parece ser una máscara, pero ante el deterioro en que se encuentra no podemos precisarlo con seguridad.

 


En el siguiente, en el Can. S. XXIII, vemos claramente una figura femenina que ostenta sus órganos genitales. Es muy estilizada, pero como todas las demás levanta las piernas hacia arriba, sujetándoselas con las manos, y muestra ostensiblemente su sexo, en el que el escultor parece recrearse, pues está bastante marcado, cosa que no sucede con las otras partes del cuerpo. No obstante, puede caber otra explicación al fijarnos más detenidamente en el conjunto. El rostro, aunque bastante desgastado por la erosión, parece corresponder por sus rasgos al de un hombre de facciones más o menos horribles.


Si nos fijamos en los pies, éstos no muestran el talón de esa especie de botín con el que parece ir calzado, ni la parte de atrás de la pierna, que sería lo que el espectador tendría que ver, si en realidad se tratara de una sola figura en la actitud descrita. Por todo ello, una de dos, o el escultor no tuvo en cuenta estos detalles a la hora de esculpir esta representación, o se trata en realidad de una composición de dos figuras, una sería la mujer echada boca abajo, y encima de ella la otra masculina, que es la que muestra el rostro y sujeta con las manos las piernas de esa mujer que nos muestra su sexo.

 

 

 

 

 Lo que es muy incierto en el anterior, no lo es tanto en el contiguo, pues el Can. S. XXIV parece tratarse claramente de una composición de dos figuras. La que está debajo asoma su cara a través de las piernas abiertas de la otra, y se agarra a sus muslos. De la que está sobre ella poco podemos decir. A pesar de la erosión, parece que va desnuda, no tiene cabeza, naturalmente por la posición, y parece como si se agarrara al cuerpo de su compañera. Como podemos observar, al igual que el anterior canecillo, representa una escena de difícil identificación, lo que sí parece claro, es que la cabeza que asoma entre las piernas de esta composición, no puede pertenecer a la misma figura, pues el cuerpo no está tan contorsionado para que pueda pertenecerle.

 

 

El ábside, aunque la mayor parte de él se encuentra oculto por edificaciones posteriores, se conserva íntegro con sus veintiún canecillos. Son todos muy variados, predominando los geométricos, animalísticos, cabezas humanas, etc., pero ninguno interesante para nuestro estudio.

 

 

EL INTERIOR


En su interior, aparece de nuevo en el arco triunfal uno de los temas que se repetirá en esta parte, por lo que respecta a aquellas iglesias que traspasan la mitad de la duodécima centuria, como es el de Daniel entre los leones.