San Juan Bautista de Villanueva de la Nía






Se encuentra situada completamente al Sur de la actual región cántabra, casi frontera con Burgos y Palencia, en la zona del valle deValderredible.


No se sabe nada de la importancia que haya podido tener en aquella época, no obstante por su situación, y la riqueza de su vega, debió de estar poblado desde muy temprana edad por una sociedad de tipo más bien pastoril, con cuyos ganados subirían por el verano hacia las cotas altas. Ya en la Alta Edad Media aparece documentada en el S. X con el nombre de: “Valde Ripa Hibre”; después se incluirá en la Merindad de Campoo. (García Guinea, 1988, pág.210).

 

 






No sabemos nada de cómo pudo haber sido la primitiva iglesia. La actual, de tres naves, con grandes columnas exentas y bóvedas de crucería muy avanzada, es el resultado de toda una serie de grandes añadidos posteriores. No obstante conservamos todavía su ábside románico intacto, el cual nos liga al mundo artístico de Cervatos, por lo que es otra de las iglesias de gran riqueza escultórica para nosotros.

 

Sin cronología atestiguada por fecha de consagración, todo hace indicar que la parte románica conservada, podemos llevarla a la primera mitad del S. XII, pues desde el punto de vista estilístico forma escuela directa con la de San Pedro de Cervatos, cuyos canteros trabajaron sin duda en ambas. Sólo hace falta comparar su iconografía y estilo, tanto de capiteles como canecillos, para darnos cuenta de ello. Se puede observar también una cierta relación con el artista que talló los capiteles de Bárcena de Pie de Concha y San Juan de Raicedo.(García Guinea, 1979, T.II, pág.504)

 

 

 

 

Aunque no poseamos cronología de la misma, los restos que quedan de ella, hacen que nos confirmemos cada vez más en nuestra hipótesis de la existencia de una iconografía muy determinada en iglesias del primer tercio del S. XII, y que después termina por desaparecer en los años siguientes. Viene a confirmárnoslo los motivos decorativos de los capiteles del arco triunfal, que tendremos oportunidad de analizar más adelante. Incluso en el capitel derecho nos aparece una clara ostentación del sexo femenino, muy bien conservada, y prácticamente idéntica a la del Cap. Drcho. Vent. Abs. I de San Pedro de Cervatos.


Es una pena que de la parte románica solo se conserve el ábside, pues es uno de los pocos ejemplos, junto con Santillana, en que algún motivo de estas representaciones denominadas hasta ahora eróticas u obscenas, aparecen también en el interior de la iglesia, en el Arco de Triunfo.

 



EL ÁBSIDE


El ábside alberga en total veinticuatro canecillos. En cuanto a la iconografía que presentan, de izquierda a derecha es la siguiente:

 


Can. Abs. I : Tiene la decoración destruida.

Can. Abs. II : Ostentación del sexo masculino.

Can. Abs. III: Ostentación del sexo femenino.

Can. Abs. IV: Animal monstruoso y dentado muerde como una barra de columpio. Para García Guinea (1979,T.II, pág.502) es un animal con manos humanas que muerde un rollo. Es difícil precisarlo, pues también podría ser un animal tirando de un carro, al que sólo se le ve el tiro.

Can. Abs. V : Hombre sedente transportando barrilito.


  

Can. Abs. VI: Animalístico, liebre o conejo.

Can. Abs. VII: Aguila con las alas explayadas.

Can. Abs. VIII: Macho cabrío con barba.

Can. Abs. IX: Oso descabezado, que se cuelga de un columpio.

Can. Abs. X: Escena de parto.

 

 

 
  1. Can. Abs. XI  : Hombre desnudo e itifálico.

  2. Can. Abs. XII  : Juglar músico.

  3. Can. Abs. XIII : Completamente destrozado.

  4. Can. Abs. XIV : Animalístico.

  5. Can. Abs. XV : Composición difícil de catalogar. Mujer  con toca, a caballo de otra figura masculina que sobresale de entre sus piernas.

  6. Can. Abs. XVI : Composición de dos figuras. Un hombre parece estar desnudando a una mujer.

  7. Can. Abs. XVII : Composición juglaresca.

  8. Can. Abs. XVIII: Fruto con hoja.

 

 


  

Can. Abs. XIX : Animalístico, quizás un cerdito.

Can. Abs. XX  : Parece una gran voluta.

Can. Abs. XXI  : Sin decoración.

Can. Abs. XXII : Composición de dos figuras. Demasiado deteriorado para poder precisar con exactitud de qué se trata.

Can. Abs. XXIII: Saltimbanqui.

Can. Abs. XXIV: Cabeza de animal de difícil identificación con una gran boca abierta.

 

 


Ante un estudio más detenido de éstos, no cabe duda que, tanto iconografía como estilo, están íntimamente emparentados con el maestro de Cervatos.

 

 

 

El primer canecillo del ábside tiene la decoración destruida, pero en el Can. Abs. II podemos ya ver lo que denominamos ostentación del sexo masculino. Se ve claramente a un hombre barbado que parece llevar la cabeza con el mismo tipo de casquete o gorro con que se cubrían los monjes o clérigos, aunque poco nos queda ya de su talla. La cabeza encajada entre los hombros es de rasgos bastante deformes. De ojos almendrados y marcada nariz, aunque no prominente, abre la boca, como si cantara, y se lleva a ella la mano izquierda, introduciendo los dedos como para mantenerla abierta o estirarla aún más. La mano derecha la pasa por debajo de su pierna y se coge con ella el falo, que aunque destrozado, parece ser de grandes proporciones. Por sus características itifálicas parece que va desnudo, pero todavía se observa que sus pies van calzados con una especie de botines de media caña.

 

 

 

 

 

El Can. Abs. III muestra de nuevo, como es habitual, una clara ostentación del sexo femenino, muy parecida en todo a la del Cap. Izdo.Vent.Abs. I de Cervatos, pero aquí el estado de conservación es mucho peor. Como ella aparece con la cabeza cubierta por esa especie de toca, aunque poco se puede apreciar hoy en día, y se coge las piernas hacia arriba por debajo de las pantorrillas, mostrando un sexo hoy apenas perceptible en su talla.

 


 




Aunque a primera vista parezca animalístico el Can. Abs. IV, en el que vemos a un animal monstruoso y dentado que muerde una especie de barra de columpio, podría tratarse también de un personaje disfrazado, pues García Guinea ve en él a un animal con manos humanas. Es difícil precisarlo, pues también podría ser un animal tirando de un carro, aunque no podamos descartar que sea un hombre disfrazado en la misma actitud.

 

 


 


Can. Abs. V se encuentra bastante desgastado por la erosión, no obstante asistimos otra vez a esa iconografía que ya habíamos visto en Cervatos, en la que un hombre en actitud de descanso, sentado y encorbado por el peso que lleva a la espalda, porta el típico barrilito sobre los hombros, sujeto por una especie de correas.


Siguen a éste tres canecillos de iconografía animalística, pero representados en ellos una serie de animales muy comunes dentro de nuestro contexto, y que, si bien posteriormente, en aquellas iglesias cuya iconografía traspasa esa mitad de la duodécima centuria, empieza a dejarse sentir la influencia de todos esos animales fantásticos sacados de los bestiarios, en éstas otras, sin embargo, no aparece, siendo en cambio frecuentes los bóvidos, cápridos, liebres o conejos agazapados, águilas con las alas explayadas, fieras como el león, oso o lobo, y, todo lo más, cabezas de felinos de difícil identificación.

 


 






En el Can. Abs. IX vemos lo que parece un oso descabezado, que se cuelga de un columpio. García Guinea lo describe como saltimbanqui sin cabeza que se cuelga de un palo horizontal. Es difícil precisarlo ante el estado en que se encuentra, ambas clasificaciones son factibles, pues ambas iconografías se dan al mismo tiempo. Aquí, más que manos y pies parecen ser patas, por lo que nos inclinamos ante la primera clasificación, pero podría tratarse de un saltimbanqui disfrazado, como los que estamos también acostumbrados a ver en otros canecillos.





         



Sin duda estamos ante un parto a la vista del Can. Abs. X, iconografía que en otras iglesias de este tipo debió de perderse a través de los siglos, pues en algunas de ellas es difícil precisarlo. Aquí en Villanueva de la Nía ésta es indudable, pues se conservan perfectamente todos los datos que nos dicen que de esto se trata.


La mujer, de nuevo casada pues luce toca, se encuentra completamente desnuda, pues sus senos están ostensiblemente marcados. Parece que está sentada y se agarra con las manos a una especie de barra, o parte superior del respaldo de una silla, situada por encima de su cabeza. En la parte inferior del canecillo, una cabeza asoma ya por la vagina dilatada de la mujer.



La representación es de lo más realista, y puede ser uno de los pocos ejemplos de toda una iconografía hoy perdida, pero que sin duda tuvo que existir en todas estas iglesias que estamos tratando, y en las desaparecidas de esa primera mitad del S. XII, pues en todas ellas los motivos iconográficos se repiten sin apenas variaciones.


 


 

 

El Can. Abs. XI presenta lo que posiblemente sea un acto onanista. Es difícil precisar si de nuevo nos encontramos ante un monje o clérigo, pues no se aprecia si la cabeza, encajada entre los hombros, la tiene cubierta o no. Lo que si está claro es que va desnudo, está sentado, mira hacia lo alto y se lleva la mano derecha a la mejilla. Con la izquierda no sabemos lo que hace, pues aparte de estar muy deteriorada esta zona inferior del canecillo, mete ésta entre las piernas. Todavía podemos observar la base de lo que en su día correspondería al falo, pero hoy completamente destrozado. García Guinea sólo nos lo presenta como hombre desnudo e itifálico con la mano en la mejilla, mientras que Del Olmo García y Varas Verano se inclinan por la actitud onanista.

 

 

 


 


Por la iconografía que presenta el Can. Abs. XII, todo parece indicar que se trata de un juglar que tiene entre las piernas un instrumento, sobre el que reposa la cabeza completamente ladeada y mirando hacia lo alto, como concentrado en el sonido que saliera de sus notas. El canecillo se encuentra en muy buen estado de conservación.



Lo que menos se aprecia son los detalles de las ropas con que cubriría su cuerpo, pero todavía quedan restos de su cinturón. Los rasgos del rostro son del todo naturalistas, la nota expresiva se concentra en los ojos, pero al mismo tiempo el artista ha dotado a la figura de una cierta expresividad, es un rostro que sonríe complaciente. Las manos, un tanto grandes en comparación con las proporciones del resto del cuerpo, tañen las cuerdas del instrumento musical en donde se concentra todo el virtuosismo de la talla. García Guinea lo ha descrito como: "hombre que sostiene un sarcófago". 0082Pero, por la forma de éste, creemos que más bien se trata de un instrumento musical que del citado sarcófago.

 

 



 






Después del Can. Abs. XIII, hoy en día completamente destrozado, aunque quedan huellas que nos indican que fue en su día iconográfico, asistimos a una representaciónanimalística de bóvido, Can. Abs. XIV, para pasar ya al Can. Abs.XV que se trata de una composición difícil de catalogar. Es ésta una figura de mujer con toca, sentada o a caballo de otra figura masculina que sobresale de entre sus piernas.

 

 


 



 

 

 

Ambas son robustas y con la cabeza encajada entre los hombros, como ya estamos acostumbrados a ver en esta iglesia. La mujer parece abrazarse a la figura del primer plano, posando su mano derecha sobre su mejilla, y la izquierda en su cuerpo. Su compañero sujeta contra su pecho un libro cerrado o tablilla, y con la mano derecha parece bendecir. Si bien es una composición cuya descripción es difícil, es más complicada a la hora de determinar lo que representa, y la bibliografía que la trata, 0083no nos apunta nada nuevo que no haya sido dicho sobre ella.

 

 

 


 






En el Can. Abs. XVI vemos a primera vista lo que parece una representación del coito, como la clasifica García Guinea, pero si nos fijamos más detenidamente en la composición, observamos que esto es completamente imposible. La mujer se encuentra de pie, pero completamente flexionada cabeza abajo, cabeza que podemos ver a través de sus piernas separadas, y se agarra con las manos a las pantorrillas. Una figura masculina, con expresión solemne mirando hacia lo alto, y de nuevo con la cabeza encajada entre unos robustos hombros, sobresale por detrás, y con las manos le sube la falda dejando al descubierto medio trasero de ésta. Para que realmente se produjera el acoplamiento, el miembro viril tendría que atravesar el cuerpo de la mujer, cosa que es completamente imposible, por lo que esas dos formas que contemplamos a través de las piernas separadas de la mujer, no corresponden a los testículos del varón sino a los senos de ésta.





Después de esta descripción iconográfica es difícil precisar lo que el maestro escultor quiso representar a través de estas dos figuras pero, por los datos reunidos, todo parece indicar que se trata del simple acto de desnudar a la mujer y mostrarnos el trasero de ésta, a no ser que nos encontremos de nuevo con un caso parecido al que contemplábamos en San Pedro de Cervatos, en el que veíamos en el Can. Abs. XX una composición de dos figuras, en la que la mujer se encuentra también cabeza abajo, aunque con el cuerpo extendido, los senos bien marcados y las piernas entreabiertas, a través de las cuales asoma el rostro de otra figura varonil, que apoya la barbilla en el sexo de su compañera. Del Olmo García y Varas Verano ven a éstos en plena actividad sexual, por lo que nos aventurábamos a ver en ella el "cunilingus", si bien no en el mismo momento del acto, pero muy bien pudiera ser antes o después del mismo, ya que la postura que tenían nos lo evocaba. Quizás un caso parecido se repita aquí en Villanueva de La Nía, pero como en Cervatos, sin poder precisarlo.




   



                                                                                        


El Can. Abs. XVII nos muestra ahora una composición juglaresca. Se trata de una figura humana sentada de rostro monstruoso que podría corresponder a una máscara. Sujeta ésta con las manos por las comisuras de la boca, una gran boca abierta y dentada que parece estirar hacia los lados enseñando los dientes.




La composición iconográfica se complica al aparecer entre sus piernas la cabeza de otro personaje que se agarra a las piernas de éste con las manos, y que muy bien pudiera corresponder a un acróbata.




 






Pasando ya al Can. Abs. XXII, los anteriores no son antropomorfos, nos encontramos con una composición demasiado deteriorado para poder precisar con exactitud de qué se trata. En primer lugar no podemos afirmar si se trata de un hombre o de una mujer, pues el rostro se encuentra muy erosionado. Quizás podría corresponder a un ser barbado, lo que descartaría el que se tratara de un personaje femenino. Lo que si es cierto es que en primer plano nos aparece otra figura de rasgos más bien infantiles, cabeza abajo, que sonríe, y se cubre con un gorro o pequeño sombrero. Parece agarrarse a un pie de la figura sedente, pero poco más se puede decir de ellos, pues incluso el cuerpo, hoy en día completamente destrozado, no sabemos si pertenece a este pequeño personaje o al que se encuentra sentado. García Guinea lo interpreta como una escena de parto, pues representaría a una mujer dando a luz. Creemos que es demasiado aventurado clasificarlo de una manera concreta.

 


 
 






El personaje que aparece en el Can. Abs. XXIII, y aunque se encuentran destrozadas las extremidades inferiores, podemos decir que se trata de un saltimbanqui que se apoya sobre sus manos, cabeza abajo y piernas en alto, pues todavía presenta restos de ese cinturón con hebilla redonda tan característica, y que podemos contemplar en otros canecillos. Lo mejor conservado es el rostro. De pelo corto y ondulado, mira al frente, al espectador, con la mirada fija y boca entreabierta. El artista a través de su expresión ha logrado transmitir el instante de mayor concentración del individuo para mantener el equilibrio.

 

 

 


Cierra la serie de todos estos canecillos del ábside una cabeza de animal, de difícil identificación, con una gran boca abierta, representada en el Can. Abs. XXIV.


A su vez, sólo de la fábrica primitiva conserva la ventana absidal cuyo arco interior apoya sobre dos capiteles iconográficos:

 

  1. Cap. Izdo. Vent. Abs.: Especie de árbol que se organiza a base de volutas.

  2. Cap. Drcho. Vent. Abs.: Volutas verticales y horizontales, completándose con hojas.

 

 


En el interior presenta también capiteles iconográficos.

 

Cap. Izdo. Vent. Int. Abs.: Actualmente destrozado, presentaba primitivamente volutas, hojas y pitones, siendo su cimacio de zarcillos que salen de una cabeza monstruosa.(García Guinea, 1979, T. II, pág.502)

 

Cap. Drcho. Vent. Int. Abs.: Figura humana, vestida y en cuclillas, que se coge con las manos las piernas por las canillas. A ambos lados salen del cuerpo del capitel las típicas bolas o frutos medio cubiertos por una hoja.

 




Así mismo, los capiteles del Arco Triunfal presentan una iconografía muy interesante para nuestro estudio.

 







Cap. Izdo. Arc. Tr.: En los esquinales se afrontan leones que juntan sus cabezas, y en la parte central del cuerpo del capitel, y arriba, aparece una cabeza recortada entre dos líneas superpuestas de hojas, y volutas en las esquinas.

 

 

 

 

 

 





Cap. Drcho. Arc. Tr.: En el cuerpo del capitel, en su parte central, figura de pie, vestida con túnica y en posición orante. En los esquinales se encuentran dos representaciones muy originales

 

 

 


 





En el esquinal izquierdo una figura, vestida y sentada, parece tocar una especie de largo cuerno, y a su derecha, en el lateral izquierdo, se encuentran dos figuras humanas cuyas cabezas se sobreponen.


Si nos fijamos atentamente, entre las piernas, y por debajo del traje talar, ya que parece ser un clérigo por la forma de cubrirse la cabeza, observamos la huella de lo que en su día fue un gran falo, ahora mutilado.






En el esquinal derecho nos encontramos ahora con una iconografía casi siempre privativa de exteriores, salvo algunas excepciones como aquí, que nos presenta a esa mujer con toca y desnuda, de piernas levantadas que se coge éstas por las corvas, y muestra sus órganos genitales, muy marcados y evidentemente hipertrofiados.


Coronando las cabezas de estas dos figuras, en los esquinales, tenemos sendas volutas en espiral.