San Miguel de Cornezuelo








Se encuentra situada como la anterior en el valle de Manzanedo, participando por tanto de las mismas características.


De ella no existe cronología atestiguada para su consagración, Pérez Carmona le atribuye una cronología similar a la de Crespos (Pérez Carmona, 1974, pág.107), pero, no obstante, hemos descubierto una inscripción en el muro meridional de la iglesia, que, aunque no pudimos descifrar su epigrafía por el estado de conservación en que se encuentra, sí pudimos leer en ella la fecha, que nos remite a la era de: MCCXXXVIIII, es decir, al año de 1201. A pesar de todo, creemos que es una fecha muy tardía para la plástica que en ella se manifiesta (sobre todo por lo que respecta al interior), tanto por su iconografía como por su estilo, por lo que creemos, al igual que Pérez Carmona, que debe ser incluida esta iglesia en ese primitivo grupo que no traspasa la frontera de mediados de la duodécima centuria.


Como en la anterior de Crespos, Pérez Carmona ve en su plástica influencias probablemente de San Pedro de Tejada, pues esta va a influir en el Valle de Valdivielso, así como en el de Manzanedo, aunque las representaciones plásticas de estas últimas sean más toscas (Pérez Carmona, 1974, pág.148). Es de nuevo por ello, por lo que nos vemos en la necesidad de apuntar que, aunque el citado autor vea en la plástica de esta iglesia influencias de la de Tejada, creemos. Además, por lo que respecta a su iconografía, ya apuntamos como en Tejada predominaba una iconografía eminentemente religiosa, aunque quedaran recuerdos de la iconografía por nosotros tratada; por el contrario, en esta de San Miguel de Cornezuelo, al igual que en la de Crespos, la ausencia de iconografía religiosa es total, apareciendo esa que veníamos en denominar obscena en el exterior, acercándonos la del interior a la iconografía de San Pedro de Cervatos, y pudiendo ver también en uno de los capiteles de las arcadas absidales, una representación plástica que nos recuerda al motivo que se encontraba en el esquinal de uno de los capiteles del arco de triunfo de Villanueva de la Nía, siendo éste el de esa mujer que levanta las piernas hacia arriba, cogiéndoselas por las corvas, y mostrando su sexo; iconografía que si por un lado es habitual verla en nuestras iglesias, no así en el interior, en donde sólo aparece en ésta de Cornezuelo, y en la anteriormente citada.

 

 

 

 

 


Al exterior, predomina la iconografía animalística con algunos motivos que veníamos viendo en todas esas iglesias que no traspasan esa frontera de mediados de la duodécima centuria, en donde el concepto que venimos llamando obsceno, se hace patente. Es de reseñar también, que muchos canecillos parece que se han perdido, apareciendo en su lugar otros lisos sin decoración, posiblemente reposiciones posteriores. La del interior, como la anterior de Crespos, y como ya hemos apuntado, creemos que se halla ligada muy íntimamente por su iconografía, e incluso estilo, con la plástica del interior de San Pedro de Cervatos.

 

 

 

CANECILLOS DEL MURO SUR


El alero del muro Sur está sostenido por once canecillos.





De todos ellos, dos son sólo los interesantes para nosotros, pues la mayoría son lisos sin decoración, Can. S. I-II-IV-V-VII-IX-XI, siendo posible que en su día mostraran una iconografía semejante a la que estamos estudiando, pero que no ha llegado hasta nosotros.

 

 



  1. Can.S.III: Cabeza posiblemente de un lobo.

  2. Can.S.VI: Ostentación del sexo femenino.

  3. Can. S. VIII: Cabeza al parecer de un bóvido.

  4. Can. S. X : Músico juglar tocando la vihuela.

 

 

 Así pues, es en el Can. S. VI en donde podemos ver una clara ostentación del sexo femenino. Se trata claramente de una mujer que ostenta su sexo, aunque la talla de éste se haya perdido. Al igual que todas las demás que muestran la misma iconografía, se coge las piernas por las corvas, tirando de ellas hacia arriba, hasta sobresalir sus pies por encima de los hombros. También parece presentar la típica cofia de las mujeres casadas, siendo de destacar su tosca factura, unas manos demasiado grandes en proporción con las restantes partes del cuerpo, y se le insinúan los senos, detalle iconográfico que no veíamos en las otras de su misma iconografía.

 

La iconografía juglaresca hace su aparición en el Can. S. X, en el que tenemos a un músico juglar tocando la vihuela, pues parece tener su encordadura seis cuerdas, manifestadas en su clavijero, y aunque de factura muy tosca, es uno de los instrumentos de este tipo mejor conservados, por lo que podemos apreciar perfectamente todas sus características y formas. Aparece en posición sedente, apoyando el citado instrumento en el hombro izquierdo, mientras que en la mano derecha porta un arco, el cual acerca a las cuerdas; estaría pues captado justo en el momento de hacer sonar sus notas. Las manos alcanzan también unas proporciones demasiado grandes, por lo que destacan en el conjunto de la composición, encontrándose la parte que correspondería al cabello muy erosionada, aunque el rostro conserva la mayoría de sus rasgos, dando la impresión de que mantiene los ojos entornados. Parece que se cubre con sayal corto, que al estar sentado, le llega hasta por encima de las rodillas.


 







El resto de los canecillos iconográficos de la serie son animalísticos, encontrándonos en el Can.S. III una cabeza posiblemente de un lobo, y en el Can. S. VIII con otra al parecer de un bóvido, siendo de destacar los motivos de difícil identificación que muestra.

 

 





    



EL ÁBSIDE

 

 

El alero del ábside está recorrido por gran cantidad de canecillos, veinticinco en total, predominando los animalísticos, ya sean reconocibles o monstruosos.

 

 

CANECILLOS DEL ÁBSIDE 


Can. Abs. I: Animalístico.

Can. Abs. II: Hombre de pie portando barrilito sobre sus hombros.

Can. Abs. III: Monstruo Andrófago.


 













Can.Abs. IV: Cabeza animalística. ¿Bóvido?.

Can.Abs. V: Motivo de piña.

Can.Abs. VI: Cabeza de animal cornudo.

Can.Abs. VII: Tres cilindros superpuestos.






  1. Can.Abs. VIII: Cabeza animalística.

  2. Can.Abs. IX: Monstruo Andrófago.

  3. Can.Abs. X: Cabeza de cerdo.








Can.Abs. XI: Figura de animal de espaldas y con la cabeza volteada.

Can.Abs. XII: Barrilito sobre tres motivos de bolas.

Can.Abs. XIII: Cabeza animalística.

Can.Abs. XIV: Cabeza animalística.

 



 



Can.Abs. XV: Liso.

Can.Abs. XVI: Liso.

Can.Abs. XVII: Cabeza de bóvido.

Can.Abs. XVIII: Tres cilindros superpuestos.

Can.Abs. XIX: Cabeza de bóvido.

Can.Abs. XX: Parece una figura sentada.

Can.Abs. XXI: Parece animalístico.

 

 

 




Can.Abs. XXII: Motivo de piña.

Can.Abs. XXIII: Figura humana de pie sacando mucho el torax.

Can.Abs. XXIV: Hombre transportando barrilito.

Can.Abs. XXV: Liso, sin decoración.

 

 

 

 





En cuanto a una descripción iconográfica de aquellos más interesantes, tenemos en el Can. Abs. II, a un hombre de pie portando barrilito sobre sus hombros. El cuerpo se encuentra bastante desgastado por la erosión, por lo que no podemos saber si va desnudo o vestido. Levanta los brazos hacia arriba, sosteniendo con las manos, y por ambos extremos, una especie de barril cilíndrico, que aparece rodeado por gruesas arandelas de refuerzo. El rostro se encuentra también bastante erosionado, no obstante, todavía podemos percibir restos de la talla de ojos, nariz y boca, por lo que se podría decir que mantiene una expresión un tanto solemne, con los párpados al parecer entornados y levantando la cabeza un poco hacia lo alto.

 

 

 


 
 



En el Can. Abs. III todo parece indicar que nos encontramos ante una cabeza monstruosa, cuyos ojos parecen humanos, y de gran boca abierta y dentada, que se apoya sobre la parte superior de lo que parece un cuerpo humano por la forma de su torso. Este se encuentra de espaldas al espectador, y levanta sus brazos hacia arriba, enmarcando la cabeza del monstruo. No obstante, puede que nos encontremos ante un ser humano disfrazado de animal en postura agazapada, pues de la parte inferior del cuerpo surge un rabo hacia arriba, que le llega hasta la cintura. Es por ello también, por lo que esta composición podría interpretarse como una sola figura de espaldas, agazapada, que voltea la cabeza en un giro de trescientos sesenta grados. Nosotros, a pesar de todo, y por sus características iconográficas muy semejantes con las de otros "Monstruos Andrófagos", preferimos clasificarla como tal.

 

 

 

 

 



Ya sin lugar a ningún tipo de dudas, es la iconografía del Can. Abs. IX. Es ésta una representación clara del Monstruo Andrófago, muy similar en todo a otra que veíamos en la iglesia de Crespos, ocupando el Can.Abs.III.


Su cabeza es de nuevo difícil de identificar con un animal concreto, pudiendo tratarse también de una máscara por la forma en como están dispuestas las orejas a ambos lados de la frente, lo que nos indicaría de nuevo que posiblemente fuera un hombre disfrazado de tal. Este cierra sus fauces dentadas en torno al cuello de un personaje de pie, y de espaldas a nosotros, que levanta sus brazos agarrándose con sus manos a las orejas del citado animal, manos que son más bien, como en Crespos, pezuñas, lo que nos indica que se trata de otro personaje disfrazado.

 




En el Can. Abs. XXIII nos encontramos a una figura humana, de pie, sacando mucho el torax, por lo que, por su posición, nos podría estar recordando a un atlante. Siguiendo la tónica general, se encuentra bastante desgastado por la erosión, por lo que sólo podemos hacernos una idea del conjunto. Su expresión parece un tanto solemne, de mirada fija al frente. Da la sensación de encontrarse desnudo, y se lleva las manos a ambos lados de la zona de los genitales, hoy en día desaparecidos, pero que, no obstante, parece como si hubiera presentado alguna vez características itifálicas, mostrando estas entre sus piernas separadas. Podría encontrarse pues, en posible actitud onanista.

 

 


 

De nuevo al hombre transportando barrilito, nos lo encontramos en el Can. Abs. XXIV. Por su iconografía es en todo semejante al Can. Abs. II de la misma iglesia. Al igual que él se encuentra de pie, transportando éste sobre sus hombros. Tampoco podemos saber si va desnudo o vestido, pero sigue levantando los brazos hacia arriba, sosteniendo por ambos extremos esa especie de barril cilíndrico, que aparece rodeado también por gruesas arandelas de refuerzo. Del rostro todavía podemos percibir algunos rasgos, pudiendo decir que sigue manteniendo esa expresión, un tanto solemne, tan característica, de mirada fija al frente.

 

 

El alero del muro Norte conserva también toda su línea de canecillos, doce en total, pero al igual que pasaba con los del muro Sur, la mayoría son lisos sin decoración, siendo posiblemente reposiciones posteriores.

 

 

 

CANECILLOS DEL MURO NORTE 


 

  1. Can.N. I: Cabeza de animal cornudo.

  2. Can.N. II: Liso, sin decoración.

  3. Can.N. III: Figura varonil sedente y desnuda.

  4. Can.N. IV: Liso, sin decoración.

  5. Can.N. V: Figura animalística.

  6. Can.N. VI: Liso, sin decoración.

 

 

 





Can.N. VII: Figura animalística.

Can.N. VIII: Liso, sin decoración.

Can.N. IX: Cabeza de animal cornudo.

Can.N. X: Liso, sin decoración.

Can.N. XI: Liso, sin decoración.

Can.N. XII: Motivo de piña.

 





Así pues, el Can.N. I y IX presentan respectivamente una cabeza de animal cornudo, correspondiendo quizás la última a la de un toro. Figura de cuerpo entero, un ave, es la del Can. N. V, siendo otra figura animalística y de cuerpo entero, la que ocupa el Can. N. VII. Ya cerrando la serie de estos canecillos del muro norte, tenemos el Can. N. XII que nos presenta otro motivo de piña.



 

 






Es precisamente en el Can. N. III, en donde vemos una representación que nos atañe, pues se trata de una figura varonil sedente y desnuda, que parece ostentar un enorme falo, hoy en día desaparecido, a cuyos lados se lleva las manos, muy desproporcionadas en cuanto al resto de la composición. La tosquedad de la talla de esta iconografía exterior, y que contrasta un tanto con la del interior, como más adelante tendremos oportunidad de comprobar, vuelve a ser patente en esta figura, en donde incluso la base de lo que fue su enorme falo, se encuentra demasiado alta, casi ocupando el lugar de lo que tendría que ser su vientre. No obstante, por la huella dejada por éste, todo indica que se trata del mismo. Aunque bastante desgastado por la erosión, todavía podemos ver esa actitud tan característica, un tanto solemne, de rostro que alza hacia el cielo, dejando perder la mirada en la lejanía.

 

 






LA PORTADA



















Presenta tímpano con decoración iconográfica. En la parte inferior árbol con frutos, reprentando quizás el árbol de la vida. Sabre éste, hombre con espada acompañado de un léón que parece tocar un cuerno. Su cola, introducida entre las patas, se hiergue hacia arriba y se remata con una flor de lis. Nos encontramos, así, ante un símbolo de resurrección. ¿Estamos pues ante la resurrección a través de la muerte inicíatica?





Sus dos arquivoltas descansan sobre capiteles iconográficos, presentando uno de ellos la típica águila de alas explayadas y otro leones afrontados en el esquinal.