Otras Interpretaciones sobre el Coito



Ya directamente relacionada con nuestra plástica, pero en la misma línea (en parte) que Jacobelli, se encuentra la opinión de R. Alarcón a la hora de enjuiciar ésta iconografía. (ALARCON HERRERA, R.: "Sexo en las iglesias medievales. Enigmas del Tantra cristiano." Año Cero. Año III, Nro. 21, págs. 58 a 63)  Para Alarcón:


  1. "Los canecillos eróticos son reminiscencias paganas que divinizan la sexualidad". (Ibídem, pág. 63) 

 

Se fundamenta sobre todo en que el templo no es sólo casa de oración, sino un libro vivo que proporciona información de lo sagrado. (Ibídem, pág. 60)  Además, en la mente popular medieval late un concepto pagano de la sexualidad, que es entendida como imagen de la fuerza motriz de la Madre Tierra; de aquí que el acto sexual no sea entendido solamente como vehículo del placer físico, sino que a un nivel más profundo es símbolo del poder generador, de la fuerza vital que hace nacer no sólo a los seres humanos, sino también a todo lo que tiene vida. Tiene pues un componente sagrado divino, ya que es un símbolo de la creación que el hombre puede realizar a imitación de la de Dios (aunque sea a pequeña escala), elevando su espíritu al participar en ella. (Ibídem, pág. 63) 


Para Del Olmo García y Varas Verano es también muy chocante e incomprensible, que la Iglesia permitiera estas representaciones en el ámbito sagrado, aún cuando fuera para adoctrinar a sus feligreses sobre el pecado de la carne, mostrando éste a través del lenguaje que mejor entendía el pueblo; y aún mas incomprensible se vuelve cuando sabemos que el arte cristiano ha sido hostil al sexo y a su representación, destruyendo incluso innumerables desnudos y llegando al extremo de representar el nacimiento a través del ombligo. (DEL OLMO GARCIA, A. y VARAS VERANO, B.: Románico erótico en Cantabria, pág. 77)  Es por ello, por lo que es más lógico pensar que la reiteración de este tema en muchos templos se deba a:


  1.  "...argumentos en estrecha relación con el propio momento histórico en que se realizaron, con la vivencia intensa de la sexualidad de entonces, o más probablemente a motivaciones más profundas, donde estaban implicados anhelos de espiritualidad pagana". (Ibídem, pág. 79) 

 


Para los citados autores existe también toda una teoría digna de tenerse en cuenta, que se opone completamente a lo tradicionalmente dicho hasta ahora, ya que estas representaciones supondrían una lección de como acceder a una vida trascendente, integrándose en un sincretismo superior cuyas raíces se encuentran en creencias alejadas del cristianismo, tanto en el espacio como en el tiempo.


Es así como García Atienza llega a suponer una influencia del tantrismo en el románico; de esta manera tendríamos que el cuerpo, unido al cuerpo complementario en el acto sexual, funda las fuerzas opuestas que tensan la vida cósmica y está así en condición de acceder a las cimas del conocimiento superior. (Para un mayor conocimiento de la teoría tántrica en el románico, ver: GARCIA ATIENZA, J.: Guía de los recintos sagrados españoles, págs. 85-100. "La colegiata de Cervatos. (Aproximación al templo del amor)")  No obstante, creemos que no hace falta recurrir al tantrismo para encontrar sus raíces ni una significación positiva al acto del coito, máxime cuando en el mundo occidental, y en el seno de la misma Iglesia, llega a alcanzar, como tuvimos ocasión de comprobar por las fuentes expuestas, toda una valoración en este sentido. Cierto que no se puede negar que existan ciertos paralelismos, pero estamos más de acuerdo con la teoría de que se deba a argumentos en estrecha relación con el propio momento histórico, vinculados a motivaciones más profundas, donde estaban implicados anhelos de cierta espiritualidad que hunde sus raíces en creencias anteriores al triunfo del cristianismo; y bien vistas y permitidas por una parte de la Iglesia que comprendía y vivía en la misma órbita de este pueblo, que se expresaba del mismo modo a como lo habían hecho sus antepasados durante miles de años, aunque sólo fuera en el fondo más que en la forma, que, como es natural, es cambiante en sus expresiones, perdiendo unas o enriqueciéndose con nuevas aportaciones.