LA REACTUALIZACIÓN DEL MITO EN SAN PEDRO DE CERVATOS




Si bien es difícil encontrar todos los elementos del Mito reunidos en una misma iglesia, siendo diversos factores los que vienen a justificar esto, no obstante, ha sido en San Pedro de Cervatos, que conserva prácticamente toda su decoración escultórica (excepto en el muro norte), donde, tras una profunda observación y análisis, creemos haber encontrado a través de capiteles y canecillos la "reactualización del Mito" en su integridad. Éste, vamos a verlo desarrollarse sucesivamente en cuatro grandes actos, que se corresponden con las cuatro fases del mismo, realizándose cada acto a través de la serie de canecillos o capiteles de una misma secuencia, que se encuentran situadas en las diferentes partes de la iglesia y a distintos niveles, formando por tanto, los canecillos o capiteles de un mismo nivel o serie, una secuencia.






Es así como podremos asistir a esta representación comenzando su lectura por los canecillos del alero del muro sur, que serían los que están representando el primer acto, siguiendo por los capiteles de las ventanas del mismo muro y la primera del ábside, para continuar por los canecillos del alero del tejaroz de la portada y terminar en los del ábside, a través de los cuales se estaría representando el cuarto y último acto del drama, pues cada secuencia aportará una significación precisa. No obstante, es preciso tener en cuenta que la lectura de una misma serie no es continua, es decir, los sucesivos canecillos no aportan su significación si los leemos de una forma correlativa, pues hemos llegado a la conclusión de que, para su lectura, no se puede empezar por el primer canecillo para terminar, de forma sucesiva, con el último de la secuencia, no podemos leerlo como se leen sucesivamente los párrafos de una página o de un capítulo, sino que lo que están formando es un conjunto escénico, como si se encontraran en un escenario representando un acto de un gran drama litúrgico, siendo en cambio preciso que la lectura de cada secuencia se haga de forma sucesiva, para así seguir correlativamente las distintas fases del Mito.

Es, ni más ni menos, como si la iglesia constituyera un microcosmos en donde se plasma el ciclo vital indispensable para la regeneración anual, constituyendo cada parte de la misma un espacio temporal que se relaciona, a su vez, con el simbolismo de los cuatro puntos cardinales.



Es así como, si bien, por un lado, nos falta prácticamente toda la plástica de la parte norte por ser la zona más castigada por las inclemencias del tiempo, no obstante, por los restos conservados, creemos que ésta se correspondería, dentro de este microcosmos, con el mundo temporal real, teniendo en cuenta que es la zona más oscura, en la que los rayos del sol, cargados de todo su simbolismo, nunca incidirán. Es por ello aquí, donde se sucederán, a lo largo de todo el ciclo anual, todos esos acontecimientos que será preciso aniquilar para que el mundo y la humanidad puedan renacer de nuevo vivificados y purificados.

 

 

 

 


Pasando a la parte oeste, sólo encontramos aquí una ventana con sus respectivos capiteles. El capitel izquierdo nos muestra la típica águila de alas explayadas, en el derecho se encuentran cuadrúpedos afrontados en el esquinal. Vendrían a representar como las dos zonas de este mundo terrenal: cielo y tierra. Ambos se encuentran en el Poniente, por donde el sol se oculta cada día, y si lo extendemos a un ciclo temporal más amplio, sería como la noche de los tiempos. Es el momento en que el hombre debe disponerse a abandonar el tiempo en que está inmerso, y dejarse conducir por ese águila de alas explayadas que lo guiará hacia la contemplación de las realidades eternas.

Es así, pues, como esa humanidad de Cervatos se encuentra sumergida, en los momentos sucesivamente posteriores, en ese espacio temporal del alero del muro sur, siendo preciso que se comience su lectura por esta parte, pues es el momento en que el hombre se situará dentro de ese tiempo sagrado, más cerca del “mundo de las ideas" que de éste terrenal que es preciso abolir.







En un nivel intermedio entre estos dos mundos, en los capiteles de las ventanas de esta misma parte, es en donde se producirá esa vuelta a la unidad no diferenciada, una vez que el tiempo profano ha quedado abolido y suspendido, para terminarse este ciclo en los capiteles de la primera ventana del ábside en los que los dos principios vuelven a separarse para que así la humanidad y el mundo puedan de nuevo nacer.

Con respecto a esto, es curioso observar como este suceso no se produce en ese espacio temporal que constituye el muro sur, sino en la ventana orientada a esta misma parte pero del ábside, y que muy bien pudiera deberse a que ésta podría suponer como un eslabón entre este momento y el último acto del Mito que tiene lugar precisamente bajo los canecillos que recorren el alero del ábside, en donde precisamente se realiza cíclicamente ese renacimiento del mundo y del hombre, siendo imprescindible, primero, pasar por ese nivel inferior de la zona sur, por los canecillos del alero del tejaroz, en donde el hombre de Cervatos reactualiza el paso del Caos a la Cosmogonía, momentos antes de volver a repetir la hierogamia sagrada que tuvo lugar "in illo tempore" y que dará como resultado ese mundo renacido, no siendo de extrañar que esto se produzca en esta parte de la iglesia orientada hacia el Este, ya que es por aquí por donde se levanta el sol cada nuevo amanecer, siendo también el espacio reservado a la divinidad, a la "Luz del Mundo", Cristo.

Después de todo lo dicho hasta aquí, es preciso que comencemos, pues, por los canecillos que recorren el alero del muro sur, que es en donde se reactualizará el “PRIMER ACTO” del gran Mito Cosmogónico o de origen.



En esta parte, y al primer golpe de vista, lo que más llama nuestra atención es el ambiente festivo eminentemente religioso, que es el que hace situar al hombre de Cervatos dentro de ese "tiempo sagrado" que es preciso para la reactualización del Mito.






Canecillos bajo el alero del muro sur










Es así como, en primer lugar, observamos a un personaje sentado que asiste a la fiesta y contempla a esos otros dos que transportan el vino que debía ser consumido en ella, y, mientras el primero descansa, como fatigado y rendido por tan pesada carga, al segundo lo vemos en actitud de echar un largo trago. Es la magia del vino. El vino desinhibe, libera, transforma, hace al hombre salir de uno mismo para alcanzar otro estado de conciencia.




A continuación, y aportando ese carácter litúrgico, tenemos tres clérigos cubiertos con el típico casquete que les caracteriza. Mientras que el primero  parece recitar a la vista de la partitura que tiene entre las manos,  los otros dos tocan sus instrumentos, uno el rabel y el otro el pandero. Es ahora la magia de la palabra y de la música. La vibración del sonido es el camino hacia la armonía universal.  Ese es el momento en el que por un segundo todo parece tener sentido, donde todo se hace más tangible, al mismo tiempo que el sonido monocorde producido por esas letanías pronunciadas por ese clérigo jaculatore prepara el ambiente propicio para que el hombre de Cervatos entre en otra dimensión.


Así pues, de este modo, el hombre de Cervatos se prepara, inmerso en la Fiesta, para abolir ese tiempo profano en el que se encontraba, y que llevará a cabo realizando toda clase de licencias eróticas, potenciadas por esos dos símbolos, el toro y la libre o conejo, que nos hablan de potencia viril y procreación.











                                                                

Es así como lo vemos en estos canecillos que nos hablan de onanismo, autofelatio y acto sexual, acciones que significan una especie de "fin del mundo", a fin de aniquilar todo lo que el tiempo había mancillado y desgastado, y de este modo encontrarse sumergido en un primer estadio que supone la regresión del Cosmos al Caos.






No pudiendo faltar dentro de esta aniquilación de lo viejo, del pretérito, el monstruo andrófago, esa imagen ambivalente de un espíritu destructor y regenerador al mismo tiempo, pues devora y a su vez confiere una virtualidad peculiar al hombre desaparecido en sus entrañas, capacitándolo para reaparecer en un nuevo ciclo, tras haber pasado por la gran prueba del retorno al vientre o útero del monstruo que le proporcionará una nueva vida, ya que era preciso hacer que el neófito se transformara en embrión para así renacer de nuevo completamente transformado y purificado.

Es preciso y muy importante observar, como en su iconografía no se advierte ningún gesto de lucha o sufrimiento, más que nada, el personaje que está a punto de ser devorado y que ya ha introducido su cabeza en las fauces del monstruo, parece encontrarse en una actitud ritual.






Es la misma función que parece realizar ese otro monstruo devorador (izquierda) que inaugura esta serie de canecillos que se encuentran bajo el alero del muro sur, pero que en este caso podría estar engullendo a todo lo que rodea al hombre, y a todos esos acontecimientos encadenados que se han producido durante el año, y que será preciso aniquilar para que el mundo y la humanidad puedan renacer. Como nos lo volveremos a encontrar en el ábside (derecha), en el transcurso del Cuarto Acto, pero ahora devolviendo al mundo lo que en un primer momento había engullido.





Es el retorno al principio, cuando el fruto se convierte en raíz, como lo vemos manifestarse en esos canecillos de esta misma serie.


Cerrando ya esta serie de canecillos que recorren el alero del muro sur, nos volvemos a encontrar a dos personajes, al primero lo vemos recitando, posiblemente, las jaculatorias escritas en ese libro que sostiene entre las manos, el segundo parece acompañar, con los sonidos que salen de su arpa, no sólo el recital de su compañero sino también las acrobacias de ese saltimbanqui que, cabeza abajo y piernas flexionadas, se encuentra realizando una pirueta. Son los famosos "clerici ribaldi”, llamados también escolares vagabundos, tipos afines a lo llamados "goliardos" que ya a principios del S. X el arzobispo de Sens los había mandado rapar para borrarles así la tonsura clerical los mismos que el concilio de Tréveris de 1223 prohíbe cantar y recitar versos en las misas, en el Sanctus y el Agnus Dei.



La narración del Mito vemos como se continúa en un nivel inferior del paramento del muro sur, en los capiteles de las ventanas situadas en esta parte de la iglesia, en donde asistimos al SEGUNDO ACTO de la representación.


 

SEGUNDO ACTO




IR AL ÍNDICE