La portada se articula a través de una serie de arquivoltas que descansan en tres pares de columnas, presentando todas ellas sus respectivos capiteles, son pues en total seis. Todos ellos son animalísticos, o bien especie de leones o aves afrontadas, y se encuentran en bastante mal estado de conservación debido a la erosión.




Entre el dintel de la puerta y el tímpano, que muestra una fina labor vegetal a trépano, de raigambre claramente oriental, se encuentra un friso de iconografía animalística en el que observamos tres pares de leones afrontados dos a dos.

Aunque no existe ningún documento serio que nos lo atestigüe, se han querido atribuir ciertas influencias orientales, existentes en Cervatos al observar su portada, a la presencia de mercaderes sirios y bizantinos, no obstante, aunque sean de clara raigambre oriental, no tienen por qué ser atribuidas necesariamente a la presencia de éstos.










La portada se protege con un pequeño tejaroz que alberga trece canecillos. Su iconografía de izquierda a derecha es la siguiente:


  1. Can. Tej. P. S. I    :  Contorsionista.

  2. Can. Tej. P. S. II   : Juglar músico.

  3. Can. Tej. P. S. III  : Clérigo juglar.

  4. Can. Tej. P. S. IV  : Enmascarado.

  5. Can. Tej. P. S. V   : Coito.

  6. Can. Tej. P. S. VI  : Cabeza de animal cornudo.

  7. Can. Tej. P. S. VII : Juglar disfrazado.

  8. Can. Tej. P. S. VIII: Composición juglaresca.

  9. Can. Tej. P. S. IX  : Figura humana itifálica.

  10. Can. Tej. P. S. X   : Pareja entrelazada.

  11. Can. Tej. P. S. XI  : Ostentación del sexo masculino.

  12. Can. Tej. P. S. XII : Ostentación del sexo femenino.

  13. Can. Tej. P. S. XIII: Animales entrelazados.





Empezando por el tejaroz de la portada del muro Sur, ya en primer lugar nos encontramos con un ejemplo de los que casi siempre aparecen en este contexto en donde nos encontramos inmersos. Es éste el Can. Tej. P. S. I, que parece ser una figura que, apoyando todo el peso de su cuerpo en las manos, cabeza abajo y con las piernas levantadas y flexionadas, estuviera realizando una pirueta.

Quizás pudiera tratarse también de una bailarina que en un momento determinado de su danza, echara el cuerpo completamente hacia atrás hasta apoyar las manos en el suelo. No obstante, y por comparación con otros canecillos similares en donde nos aparece una iconografía muy parecida, creemos más acertado clasificarlo como un contorsionista.

Si bien la figura puede apreciarse globalmente en sus formas y volúmenes, no así el detalle, tanto de rostro como de indumentaria, que se ha perdido. Solamente se podría decir que calza una especie de botas de caña corta que le tapa el tobillo, y todavía existen los restos de su cinturón. Por otra parte, el artista en su realización no ha logrado plasmar en todo su naturalismo la posición lograda por el contorsionista, puesto que éste nos aparece con los talones hacia afuera, cuando en realidad, tanto si estuviera realizando una como otra de los dos actividades anteriormente descritas, los talones tendrían que aparecer hacia adentro.




En el Can. Tej. P. S. II, nos encontramos con un músico tocando el arpa que apoya sobre el hombro derecho. Con la cabeza ladeada hacia el lado izquierdo parece mirar a la grotesca figura representada en el siguiente canecillo, mientras que sería más razonable que volviera el rostro hacia el otro lado, mirando al acróbata con el que formaría pareja, puesto que las fuentes medievales nos dicen que ambos eran inseparables en ciertos tipos de espectáculos. Quizás el artista esté indicándonos con ello que la representación se continua en el conjunto.

La posición es claramente sedente y ocupa la totalidad del canecillo. En su rostro se pueden apreciar todavía sus facciones, el cabello y la barba. Su indumentaria, por el contrario, no podemos describirla por el mal estado de conservación, aunque parece estar envuelto en un amplio manto o capa. Las manos, de gran tamaño y desproporcionadas en relación con los otros miembros del cuerpo, las lleva al citado instrumento, sujetando con la izquierda el armazón de éste, mientras que la derecha parece tañer sus cuerdas. Todo ello nos hace incluirlo dentro de ese grupo que denominamos juglares. No obstante, dentro de éstos es preciso hacer varias agrupaciones, pues se diferencian sustancialmente en su iconografía, por lo que creemos necesario diferenciarlo dentro del grupo, clasificándolo como juglar músico, tañedor de arpa.




El Can. Tej. P. S. III representa a un personaje masculino sentado con la cabeza cubierta por una especie de casquete o gorro que le llega casi hasta las cejas, lo que nos estaría indicando que se trata posiblemente de un monje como otros que veremos en distintas actitudes en algunos de los otros canecillos del resto de la iglesia. El rostro está prácticamente destrozado, pudiendo percibirse sólo el ojo derecho de forma almendrada y bastante grande. La posición de las manos no es clara, pero da la sensación de que se las lleva a la boca. Pudiera quizás estar tocando un instrumento de viento, algo parecido a una especie de armónica.

En su iconografía es muy parecido a otro existente en Bárcena de Pie de Concha, cuyo instrumento puede apreciarse perfectamente entre las manos, y muestra la misma actitud de llevárselo a la boca. Poco más puede apreciarse, sólo que va desnudo y se exhibe con las piernas separadas, mostrando la base de lo que sería un enorme falo que hoy en día aparece destrozado. No cabe duda que estamos ante un clérigo juglar, pues la forma en como se cubre la cabeza así parece indicarlo, siendo también muy característico de éstos, el que aparezcan desnudos y con características itifálicas muy marcadas, hecho que es indudable, al observar como queda la huella de lo que un día fue un gran falo.






El Can. Tej. P. S. IV se encuentra muy erosionado, y aunque se observan los grandes volúmenes, no podemos precisar muy bien todos los detalles por el estado de conservación de la piedra. No obstante, se ve claramente que es una figura sedente cuyo rasgo más sobresaliente es su grande y monstruosa cabeza. Su boca es de tremendas proporciones y aparece entreabierta, llevándose las manos a las comisuras de ésta. Podría recordar a esos grandes cabezudos que aún en las fiestas populares de algunos pueblos recorren las calles participando de la fiesta. Va desnudo y sus piernas, brazos y manos, sobre todo, son humanas. Las piernas las tiene separadas, y aunque no puede apreciarse muy bien, parece tener características itifálicas.

Por todas estas características pudiera tratarse de un hombre desnudo disfrazado a modo de cabezudo, con una máscara que le cubre totalmente la cabeza y que sostiene con las manos. La gran boca entreabierta le serviría, como sucede todavía hoy en día, para poder ver a través de ella a la hora de sus desplazamientos.

Por ser un tipo de iconografía que se repetirá bastante en algunas de estas iglesias, y que por sus características todo parece indicar que se trata de un personaje disfrazado, hemos creído conveniente denominarlo como "Enmascarado", puesto que son muchas las fuentes que nos hablan de ellos, como ciertos personajes que salían en determinadas fiestas de tradición pagana, constantemente recriminadas por muchos Padres de la Iglesia, pero que no obstante seguían celebrándose.





En el Can. Tej. P. S. V, en bastante buen estado de conservación, es indudable que nos encontramos ante el acto del coito justo en el momento del acoplamiento. La mujer parece que se encuentra acostada viéndosele simplemente las nalgas, pero por el conjunto de la composición vemos como mantiene sus piernas en alto, estando encima de ella el varón, al que se le ven las piernas y los órganos genitales en el momento de la introducción.






Si nos fijamos en el mismo canecillo, pero lateralmente, podemos observar todos los pormenores con que el escultor dotó a la composición, haciéndola partícipe de un gran realismo







En el Can. Tej. P. S. VI, todo a primera vista parece indicar que nos encontramos ante una representación animalística, posiblemente una cabeza de animal cornudo, pues sus rasgos: largo hocico, grandes cuernos volteados hacia atrás y enmarcándole la cara, así parecen indicarlo. No obstante, la forma tan poco naturalista en que ha sido tratada la composición, en relación con otras formas animalísticas que aparecen en la misma iglesia, da pie para que dudemos de esta primera impresión; además su estado de conservación es bastante bueno en cuanto a sus rasgos generales, aunque la erosión, como es tónica general, ha hecho presa en ella. Si bien a primera vista todo parece indicar que se trate de una cabeza de animal cornudo, por los rasgos que presenta se hace difícil la interpretación, no pudiendo dejar de apuntar que pudiera quizás tratarse de una máscara de cabezudo, que estuviera aludiendo a dicho animal.




El Can. Tej. P. S. VII presenta a un hombre itifálico disfrazado, agarrado a un columpio. En él se nos muestra lo que a primera vista podría ser un mono que parece columpiarse. Si nos fijamos con detenimiento en el rostro, las facciones que presenta no tienen que ver mucho con las de un simio, más bien parece un ser monstruoso de difícil identificación, con prominente nariz, ojos oblicuos y hacia abajo, boca grande, y orejas triangulares y caídas. Otro dato que nos da pie para afirmar que podría tratarse realmente de un hombre, es que tanto el cuerpo como las extremidades parecen corresponder a una figura humana, además su estado de conservación es bastante bueno, por lo que la identificación se hace más reconocible.

Todo parece indicar, pues, que se trate de un hombre disfrazado, pero es preciso diferenciarlo de esos otros enmascarados ya aludidos, pues la actitud en que aparecen unos y otros, así nos lo aconseja. Es por ello, por lo que dentro de ese grupo en que la figura humana aparece con algún tipo de disfraz, podemos clasificar a éste como "Juglar disfrazado", pues las fuentes aluden a ellos, como acompañantes en los espectáculos juglarescos.






El Can. Tej. P. S. VIII es muy similar al canecillo anterior por lo que respecta a las facciones de ese ser monstruoso representado. Sus rasgos son muy parecidos aunque de cabeza más cuadrada, orejas más triangulares y puntiagudas, y boca también triangular y mucho más marcada. Si en el canecillo anterior lo veíamos en actitud de columpiarse, ahora nos aparece en otra clase de actividad, pues tiene cogido por el trasero a otra figura desnuda y flexionada, que muestra su rostro al espectador a través de sus piernas separadas, y cuyos rasgos, aunque difíciles de percibir, son humanos, pues su estado de conservación es bastante bueno, lo que permite darnos una idea de conjunto bastante acertada. Ante esto la clasificaríamos como composición juglaresca, y por las noticias que han llegado hasta nosotros, podríamos encontrarnos ante un posible "Facedor de zaharrón".




En el Can. Tej. P. S. IX aparece una figura itifálica con facciones simiescas, no obstante el cuerpo corresponde completamente a un ser humano. Está sentado y se lleva la mano izquierda a la boca que muestra abierta en forma de embudo; la derecha, cubierta por la pierna, parece que se la lleva al trasero, aunque en otras representaciones de esta misma iglesia, muy similares, se ve como se la lleva al falo, o bien como sujetándoselo, o bien en actitud onanista.

Aunque de rasgos itifálicos, éstos no están muy marcados, se puede decir que el escultor puso todo el acento en los rasgos del rostro, sobre todo en la boca que aparece completamente deformada, dándole esa apariencia antes mencionada, y en los ojos que son desmesuradamente grandes y como desorbitados. La nariz, de forma triangular y bastante prominente, le hace perder parte de su aspecto simiesco. Parece encontrarse, pues, en una actitud de esas consideradas como degradantes, y que abundan tanto en nuestra iconografía, hasta tal punto que es imprescindible hacer un gran apartado con todas ellas.








El Can. Tej. P. S. X se trata de una composición de difícil identificación. Parece una pareja de dos figuras entrelazadas, una de las cuales se lleva a la boca algo de una extremada longitud que parece salir del cuerpo de su compañero; por la forma no parece corresponder a ninguna de las extremidades, podría ser el falo, pero éste ha alcanzado tales dimensiones que se hace irreconocible, además se encuentra muy erosionado y deteriorado. Creemos que el estado de conservación sólo nos permite clasificarla como entrelazo de figuras desnudas, e hipotéticamente podríamos encontrarnos ante una "felatio".





En el Can. Tej. P. S. XI, asistimos a una clara ostentación del sexo masculino. Hombre desnudo sentado de características itifálicas desmesuradas. Por la actitud que muestra no parece encontrarse en estado normal, se lleva la mano derecha a la cabeza y la izquierda a la mejilla, apareciendo sus rasgos faciales un tanto deformados. De nariz prominente, ojos desorbitados y boca bastante grande y torcida, como en una mueca, cubre su cabeza con una especie de gorro, pero que en nada tiene que ver con ese otro con que vemos cubiertos a esos otros personajes que hemos identificado con clérigos o monjes. En bastante buen estado, pero con el falo destrozado en parte, podemos clasificarla como una figura itifálica, pero por su emplazamiento, siempre al lado de una mujer de piernas levantadas que muestra su sexo a la mirada del espectador, bien pudiera tener otras implicaciones, quedando incluida dentro de un grupo al que denominamos "Ostentación del sexo masculino".







La representación que aparece en el Can. Tej. P. S. XII, parece una mujer aunque los rasgos del rostro tengan muy poco de femeninos. Se coge las piernas por las corvas y las levanta hacia arriba. Todo el énfasis de la composición está puesto en ese rostro de rasgos más bien exagerados, y en los órganos genitales femeninos que ostensiblemente muestra entre las piernas separadas. Es una representación que se encuentra en bastante buen estado de conservación, y, si a menudo vamos a verla a través de nuestra iconografía, muestra una novedad con respecto a las otras. Aquí vemos a una mujer que no está sola, por detrás de ella aparece situada otra figura, de rasgos claramente varoniles, que apoya la barbilla encima de la cabeza de la anterior. Es por ello, y ya que siempre aparece ubicada al lado de una figura varonil en la misma actitud, por lo que nosotros la clasificamos de "Ostentación del sexo femenino".




Cerrando ya esta secuencia de canecillos del tejaroz, tenemos el Can. Tej. P. S. XIII, en el que aparecen una serie de animales unos encima de otros entremezclados. Posible coito entre animales aunque sea difícil precisarlo, pero no sería de extrañar, puesto que una escena semejante la vemos con claridad en las metopas figuradas de dicha portada, situadas entre los canecillos. En ella sólo se aprecian los amplios volúmenes, lo que hace más difícil la clasificación. Precisarlo, no obstante, debido al estado de conservación y a la composición en si, sería un poco atrevido.

 

Ante lo analizado hasta aquí, vemos como el contexto festivo es indudable, pues esa iconografía denominada hasta ahora obscena, aparece rodeada de un conjunto de representaciones en donde se hace patente la temática juglaresca, acompañada de toda una serie de representaciones que nos hablan de hombres disfrazados, y como tendremos oportunidad de ver, éstos se encuentran siempre relacionados con ciertas fiestas de carácter religioso, en las que tomaban parte comparsas de hombres disfrazados a manera de fieras, realizando distintas funciones.

 

Relacionadas quizás con este ambiente festivo, pudieran estar las representaciones que se encuentran en las metopas de dicho tejaroz. En ellas, aunque ha desaparecido sustancialmente la iconografía anteriormente descrita, asistimos a la representación de una serie de figurillas que, hipotéticamente hablando, pudieran estar formando parte de la hipotética fiesta. Así en la Met. Tej. P. S. III, nos encontramos con dos figuras sentadas, una de perfil y otra de frente, que bien pudieran asistir a una determinada representación. Lo mismo se podría decir de los personajes representados en la Met. Tej. P. S. V, en la que aparecen ahora tres figuras humanas de pie.








Una composición muy particular, y que después se repetirá en la iglesia de San Cipriano de Bolmir, aunque con alguna variante, es la que nos muestra la Met. Tej. Port. S. X, en la que vemos a dos animales copulando y dos cabezas humanas al fondo.







En las dos últimas metopas volvemos a encontrarnos con una serie de personajes muy parecidos a los ya mencionados. Son estos figuras que muy bien podrían pertenecer a personajes populares de aquella época.

  

 



CANECILLOS BAJO EL ALERO DEL MURO SUR





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LA PORTADA