Los Juglares



De esta primera época, tan escasa de noticias históricas por lo que a los juglares de la Península se refiere, pocas más han llegado hasta nosotros. Ya con el nombre de "juglar" las primeras noticias seguras son de 1116 y 1136, en que aparecen juglares en Sahagún y en el reino de León. (MENENDEZ PIDAL, R.: Poesía juglaresca y juglares, pág. 15)  Es precisamente a partir del S. XI, cuando nace en el sur de Francia el trovador, poeta más culto, cuando comenzamos a tener noticias más abundantes, por el concepto que aquellas gentes tenían de los anteriores. No obstante, parece ser que los primeros trovadores tenían muchos puntos en común con los juglares, pues, el más antiguo trovador conocido, chocaba a la gente por su carácter faceto y burlón, semejante en todo al de un juglar. (Ibídem, pág. 16)  En la Península no aparece documentado el nombre hasta el año 1197, en el que tenemos en Castilla a un tal "Gómez trobador". (Ibídem, pág. 17) A veces en sus composiciones el trovador se complace en escarnecer al juglar que humorísticamente, y por ser gran aficionado a la sátira y a la maleficencia, cantaba burlas de si mismo.


Pero nadie como los trovadores galaico-portugueses nos da el catálogo de los vicios del juglar. Ellos denuncian que Bernaldo de Bonaval traía consigo una ruin mujerzuela; que Picandón era tahur, camorrista y bebedor; que Alfonso Eánez de Cotón era dado a las rameras, al juego, al vino, a las riñas; que Pero de Ponte era también borracho y además blasfemo, ladrón de canciones y acaso homicida. (Ibídem, pág. 19)  Tanto se desacreditó el nombre de "juglar", que al final quedó como sinónimo de chocarrero, que trata y habla siempre de burlas, o como truhán, vagabundo y de mala vida. Esta opinión no cabe la menor duda de que está bastante de acuerdo con lo que realizaba ya aquel Mirón, de la corte del rey Suevo de Galicia, del S.VI; y con la personalidad de aquel Justo del Bierzo, que en el S.VII se dedicaba a todo menos a las actividades de un juglar o trovador que se preciara.


No obstante, y a la vista de los documentos, aunque no tengamos constancia de tales nombres en la Península hasta el S. XII, sí la tenemos de ciertos tipos afines a ellos, y por las actividades que realizaban algunos, más estaban emparentados con los histriones que con los trovadores posteriores. Y es precisamente al final de esta época obscura y de cambio, la época que les tocó vivir a los juglares que aparecen en nuestra plástica. Es por ello por lo que de nuevo no podemos contemplar estas imágenes o representaciones según nuestras propias convicciones, sino de acuerdo con lo que ellos eran en la época que nos ocupa, que función o funciones llevaban a cabo en la sociedad de aquel tiempo y que papel representaban, en una palabra: quién y cómo era el juglar del S. XI y primera mitad del XII.


Son precisamente algunos juglares que se precian de tal, los que primero van a reivindicar una diferenciación clara entre ellos y aquellos otros de distinta condición. Y es por uno de ellos por el que nos llegan noticias muy claras de las actividades que realizaban los juglares. Así, en la Península, tenemos a un tal Giraldo Riquier de Narbona que, encontrándose en la corte de Alfonso X el Sabio, le dirige una súplica a éste, para que aclare definitivamente la condición de unos y otros. Por él sabemos que ya en aquella época se hacía una diferenciación clara entre el trovador y el juglar. El primero sería el que, alabando las hazañas de los valientes, sabe hacer buenos versos que perduran aún después demuerto.El segundo tendría como misión poner a los buenos en camino de la alegría y del honor, no pudiendo considerarse como tal a los que hacen juegos con monos o títeres, a los que andan por calles y plazas actuando ante gente de baja condición y después se gastan en la taberna lo poco que ganan. (Ibídem, pág. 17) 


Es precisamente la contestación por parte del rey a esta súplica, por la que sabemos que, ya en aquella época en la Península, se diferenciaba dentro del mundo de la juglaría a todos ellos según la actividad y el público ante el que la realizaban. En primer lugar diferencia a los trovadores, que son los que van de corte en corte, y los llama "segreres"; sólo a los que tañen instrumentos se les llama "juglares"; a los que contrahacen e imitan se les llama "remedadores"; y después tendríamos un grupo muy amplio, en donde están incluidos todos aquellos faltos de buenas maneras que recitan sin sentido, o ejercitan su vil arte por calles y plazas ganando deshonrosamente el dinero. A todos éstos se les mete dentro de la categoría de "cazurros". (Ibídem, pág. 18)