En el análisis iconográfico reuníamos en un mismo grupo a toda aquella iconografía que se caracterizaba por aparecer el elemento humano, bien fuera hombre o mujer, ostentando sus genitales, y que denominábamos "ostentación de ambos sexos” llegando a la conclusión de que, si bien a primera vista esa iconografía pudiera tener un carácter moralizante en momentos posteriores, la correspondiente a esa primera mitad de la duodécima centuria, que es la que se corresponde con nuestro contexto cronológico y geográfico, está aludiendo a otro mensaje distinto, más íntimamente ligado a la idea de fecundidad, en función del desarrollo de la vida relacionado con el del año.


Y es que, según se vio en muchas sociedades tradicionales, al fin de un ciclo y principio de otro tenían lugar toda una serie de rituales encaminados a la renovación del Mundo,, en donde hombres y mujeres se reunían en colectividad, y a través de lo que hoy en día denominamos orgía sexual, propiciaban esta fecundidad, que sin lugar a dudas nos mete de lleno en el tema de "la procreación".


 

 

También el disfrute del placer sexual, representado a través de la iconografía del "coito", nos entroncaba con una unión marital que tiene un fin en sí mismo muy determinado, como es igualmente el de "la procreación".







Tal afirmación nos venía apoyada, entre otros motivos, por otra serie de representaciones que algunas veces vemos aparecer en nuestro contexto, y en las que podemos reconocer, sin lugar a dudas, a la "mujer embarazada" (ELIADE, M.: Mito y realidad, pág.49)  e incluso en el momento de dar a luz.


 


Además, el acto de la unión sexual no solamente no era considerado como pecado, como tuvimos ocasión de comprobar por las fuentes, sino que incluso no era algo extraoficial a la Iglesia, teniendo que en las vigilias de algunos santos, de marcado carácter fecundante, se reunían hombres y mujeres durante toda la noche, en la misma iglesia, y pasaban ésta cantando canciones lúbricas y en otros pasatiempos, los cuales daban pie a Gaignebet y Lajoux para afirmar, que no eran muy diferentes a los implicados con la religión de Príapo. (GAIGNEBET, C. y LAJOUX, J.D.: Art profane et religión populaire au moven áge, pág.192

Incluso en una festividad tan importante, y de inminente carácter litúrgico, como era la Misa de Pascua de Resurrección, veíamos como el acto sexual era uno de sus componentes, lo que daba pie a Jacobelli, después de un minucioso estudio, a afirmar que bajo los aspectos desconcertantes del "risus paschalis", se oculta una realidad sagrada, que vincula el amor sexual a la alegría pascual. Para Jacobelli, la realidad oculta de todo ello, de la que podría ser signo, es el: "carácter sagrado del placer sexual y significa que este puede ser el medio privilegiado para alcanzar algo de lo infinito de Dios."  (JACOBELLI, M. C.: El Risus Paschalis, pág.105) 


Pero el profundo significado que el coito alcanza en estas representaciones plásticas dentro del ámbito sagrado de la Iglesia, nos lo proporciona sin lugar a dudas el concepto que de éste se encuentra en la cultura popular de aquel tiempo. Veíamos como para ésta el principio material y corporal era un principio profundamente positivo, siendo el centro capital de estas imágenes, entre otras, la fertilidad; por lo que en consecuencia, en actos como el coito, expresado con toda su materialidad inmediata, es en donde los cuerpos parecen revelar su esencia como principio en crecimiento que traspasa sus propios límites. (BAJTIN, M.: La cultura popular en la Edad Media y Renacimiento..., pág. 30) 

"El coito", pues, dentro de la cultura popular, toma una nueva dimensión dentro de este sistema de imágenes que la caracterizan, estando entonces ante la representación de dos cuerpos que suponen dos eslabones de la evolución de la especie, observados en su punto de unión, cuando uno penetra en el otro, estamos pues ante un "acto de procreación", y no es de extrañar, pues se encuentra atestiguado por toda una serie de ritos matrimoniales y de fecundidad que contribuyen a promover el impulso de creación telúrica. Es el caso de la unión simbólica de las parejas en el campo, teniendo que la mayoría de las orgías colectivas encuentran justificación ritual en la promoción de las fuerzas de la vegetación, y verificándose en ciertas épocas críticas del año, pues el hombre europeo encuentra modelos míticos en su propio panteón religioso, e innumerables casos nos están hablando de que la unión matrimonial halla justificación en un acontecimiento primordial que ocurrió "in illo tempore" (en aquel tiempo), teniendo que lo que interesa destacar es la estructura cosmogónica, en donde se tiene en cuenta todos los resultados de esta hierogamia, es decir, "la creación cósmica", en donde la unión marital es un rito incorporado al rito cósmico, adquiriendo su validez gracias a dicha integración.  (ELIADE, M.: El Mito del Eterno Retorno, págs.30-2) 


Llegado a este punto, estábamos en condiciones de poder afirmar que algo similar estaba ocurriendo en el contexto en que se mueve nuestra iconografía, por lo que esos dos cuerpos captados en todo su realismo en el momento en que uno penetra en el otro, no nos están hablando más que de algo relacionado con "la procreación", no encontrándose aislados, sino integrados en un conjunto en el que se rodea de toda una iconografía que nos habla de mujeres en estado de gestación, que lleva consigo el nacimiento de una nueva vida, pudiendo observar este hecho en todos esos alumbramientos o partos característicos también dentro de nuestra iconografía.


Al contemplar estos dos tipos iconográficos, no nos cabe la menor duda de lo que están representando, y que nos están remitiendo de nuevo al concepto de "la procreación". Pero por otra parte, si bien nos encontrábamos con dos iconografías en que su clasificación no dejaba lugar a dudas, sí nos parecía extraño, en un principio, que se encontraran representadas en el ámbito sagrado de la iglesia. Es por ello por lo que nos veíamos en la necesidad de ir a buscar esta iconografía en otras fuentes, encontrándola muy ligada a la cultura popular en parte de sus fiestas, sobre todo en El Carnaval, en donde nos encontrábamos con la presencia de un típico disfraz de mujer embarazada, que en mitad de la fiesta fingía el parto, siendo esto lo que nos liga a toda otra serie de implicaciones que esta iconografía pudiera tener dentro de la cultura popular, y que como muy bien vio Bajtin, si ésta cargaba el acento en la reproducción: preñez, alumbramiento, virilidad, (BAJTIN, M.: Op. cit., pág.229-30) era porque la cultura cómica popular de aquel tiempo tenía una visión del mundo y del hombre completamente distinta a la que posteriormente imperará en nuestra época, manifestándose en un tipo de imágenes en donde lo cósmico, lo social y lo corporal están ligados indisolublemente.

Por otra parte, esos actos como el coito, embarazos y alumbramientos, estarían representando el comienzo y el fin de la metamorfosis, en donde ese gran cuerpo popular revela su verdadera esencia como principio en crecimiento que traspasa sus propios límites; es un cuerpo eternamente creado y creador, un eslabón en la cadena de la evolución de la especie, (Ibídem, págs.23 a 30) produciéndose así también, de esta manera, la victoria sobre la propia muerte, su renovación y alegre transformación. (Ibídem, págs.86-87)  Tendríamos, pues, que esta iconografía en donde vemos mujeres embarazadas, y hasta el momento determinante en el que de un cuerpo viejo se desprende otro nuevo, cobra una nueva dimensión dentro del ámbito de la cultura popular de la Edad Media, en que no cabe duda que estas gentes se movían, siendo a su vez los artífices de la misma.

Nos encontraríamos pues, de este modo, ante un ciclo muy determinado, en el que cada una de estas iconografías supone un eslabón en la cadena de la reproducción, en función del desarrollo de la vida relacionado con el del año, que supone eminentemente el tema de: "La Procreación".





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III. 1  PROCREACIÓN