I. 1.4    OTRAS FORMAS DE SEXUALIDAD

 

Es muy normal encontrar dentro del contexto que nos ocupa, toda serie de representaciones que, por la actitud que muestran los personajes representados, y según la ortodoxia cristiana, podemos calificarlas a primera vista de degradantes, pero que, dentro del contexto en que aparecen y según la forma en como son representados, preferimos darles este otro calificativo más acorde con lo que parecen aludir en última instancia.

La mayoría de ellos son actos onanistas, siendo indistintamente el hombre o la mujer los representados, no obstante, y aunque escasos, no falta algún que otro acto en el que se podría intuir un "cunilingus", una "felatio", "autofelatio", e incluso algún "acto homosexual" y de "defecación".




En esta iglesia de Cervatos, en el canecillo nº XIII del alero del muro sur, aparece un personaje que lleva la cabeza cubierta con esa especie de casquete tan característico con que se cubrían los clérigos, dejando asomar sus orejas por debajo de éste.

Por el estado de erosión en que se encuentra no se pueden precisar con claridad los rasgos del rostro, sólo que muestra unos ojos bastante grandes y saltones, y mientras que es clara su actitud onanista, al pasar el brazo izquierdo por debajo de su pierna y rodear con su mano el miembro viril, no podemos precisar si al mismo tiempo está bebiendo de un gran vaso que se lleva a la boca, o bien, como sucede en otros canecillos de la misma iglesia, presenta rasgos simiescos y la boca más o menos abocinada a la que se lleva la otra mano.






Es así como sucede en el nº XXXIII del ábside, en el que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que se trata de una figura humana de facciones simiescas, de boca abierta y abocinada, llevándose la mano izquierda a ésta, mientras que con la derecha está en clara actitud onanista.





También en el canecillo nº IX del tejaroz, nos aparece otra figuraitifálica con los mismos rasgos, pero cuyo cuerpo corresponde completamente a un ser humano. Está sentado y se lleva la mano izquierda a la boca que muestra abierta en forma abocinada. Con la derecha, cubierta por la pierna, quizás pudiéramos intuir una mano muy erosionada que rodea el miembro viril, por lo que entonces se encontraría en actitud onanista.

Actitud que no sería de extrañar ante los canecillos descritos de la misma iglesia, muy similares en todo a éste, en el que el escultor puso todo el acento en los rasgos del rostro, sobre todo en la boca que aparece completamente deformada, y en los ojos que son desmesuradamente grandes y como desorbitados, no obstante, la nariz, de forma triangular y bastante prominente, le hace perder parte de su aspecto simiesco. 





Muy similar en todo es el personaje representado en el canecillo nº XV pero ahora situado en el alero del muro sur, siendo difícil su lectura al no poder precisar con exactitud la actitud que muestra, aunque por la longitud y posición de su brazo izquierdo, más bien parece que se lleva la mano hacia atrás, hacia el trasero. No obstante, por sus características iconográficas es muy semejante al anterior y a la figura representada en el canecillo nº XIII de este mismo alero.



Si en las representaciones anteriores nos encontrábamos con algunas no demasiado claras, otro tanto pasa con estas otras cuya actitud parece ser la de una "felatio", ya porque el canecillo se encuentra en estado de erosión muy avanzada, ya porque las formas que nos podían aclarar más su lectura se encuentran tan hipertrofiadas, que nos hacen dudar de que si realmente se trata del miembro viril o de otra cosa.

En el canecillo nº X del tejaroz de la portada, nos aparece una composición de dos figuras bastante erosionadas en su conjunto, hasta tal punto que, a primera vista, parecen de difícil identificación.





Al fijarnos más detenidamente en ella, podemos observar que posiblemente se trate de una felatio. (Fueron ya así clasificadas por: DEL OLMO GARCIA, A. y VARAS VERANO, B.: Románico erótico en Cantabria, pág.147

Es así como se puede ver a una pareja entrelazada, en la que uno de sus componentes se lleva a la boca algo de una extremada longitud, que parece salir del cuerpo de su compañero; por la forma no parece corresponder a ninguna de las extremidades, podría ser el falo, aunque éste ha alcanzado tales dimensiones que se llega a hacer irreconocible; pudiendo observar, también, como de la boca de su compañero sale otra forma difícil de identificar.


 

 

De nuevo, pero ahora entre la secuencia de canecillos que recorren el alero sur, nos encontramos en el canecillo nº XVII a un hombre sentado que se lleva de nuevo algo a la boca. Se ha descrito también como un personaje sentado comiendo algo o tocando el oboe, siendo así como lo clasifican Miguel Ángel García Guines (El Románico en Santander, T.II, pág. 362) y también García Atienza (Guía de los recintos sagrados españoles, pág. 93) que alude a él como músico tocando un instrumento de viento.

No creemos que se trate de un músico, pues si comparamos su iconografía, sobre todo por lo que respecta al instrumento, con la de otros músicos que aparecen tocando un instrumento de viento, poco o nada tiene que ver con el de estos últimos. Más aproximada estaría la primera clasificación, pero por las características del personaje, muy emparentado en sus rasgos faciales con los del nº XIII y XV del mismo alero, podría estar realizando otro de estos actos, como es la“autofelatio”. (Esta misma clasificación la encontramos en: DEL OLMO GARCIA, A. y VARAS VERANO, B.: Op. cit., pág. 184)

En realidad, aparte de los rasgos del rostro, que son los mejor conservados, de ojos almendrados y saltones, y boca desmesuradamente abierta, en círculo, para poder introducir en ella lo que sostiene entre las manos y que casi no abarca, poco más se puede apreciar, pero no obstante, ese objeto que se lleva a la boca más parece su enorme falo que le sale de entre las piernas abiertas, que otra cosa.

 

A continuación, veremos de nuevo otra serie de representaciones que, si bien nos es muy difícil clasificarlas por la actitud que muestran, todas ellas se caracterizan por ser representaciones de esas denominadas obscenas.

 


En el canecillo nº XX del ábside tenemos una composición de dos figuras en donde la del primer plano es indudablemente una mujer.

Ésta se encuentra cabeza abajo, desnuda, con los senos bien marcados y las piernas abiertas, a través de las cuales asoma el rostro de otra figura que parece ser un hombre. Éste se encuentra abrazado al cuerpo de la mujer y la coge por encima del pecho, apoyando la barbilla en el pubis de su compañera.

Se ha clasificado como pareja desnuda en actividad sexual, (DEL OLMO GARCIA, A. y VARAS VERANO, B.: Op. cit., pág. 86) aunque no se especifica de que actividad se trata o lo que el maestro escultor pudo haber intentado plasmar, no obstante, si tenemos en cuenta el contexto y la postura que muestran, pudiera ser que nos encontráramos ante el "cunilingus", no en el momento preciso del acto, pero sí nos lo evoca.

 

Aparte de todos estos actos que realmente no son muy ortodoxos para aparecer en el contexto religioso de una iglesia, existen otros que también a primera vista pudieran parecernos extraños.



En el canecillo nº II, bajo el alero del muro sur, nos encontramos ahora a un hombre desnudo, sentado o en cuclillas, que coge sus piernas por debajo de la rodilla. Su gesto es de mirada al frente pero con la barbilla un poco hacia arriba.

Es muy difícil precisar cual podría ser su actitud, pero, dentro de la iconografía en que nos movemos, sólo podría tratarse de dos cosas: o bien es un personaje que desnudo participa de la fiesta y en estos momentos contempla en actitud pasiva lo que sucede a su alrededor, o bien entra de lleno en estos actos y se encuentra en actitud de defecar, actitud que no sería de extrañar, cuando aparece claramente especificada en dos inscripciones en la Portada Oeste de San Quirce de Burgos, acompañando a sus respectivas metopas.

 

Así mismo, en el canecillo nº IV del ábside, podemos ver a un monje que levanta las piernas sujetándoselas con las manos y enseña el trasero.



En posición bastante forzada, contorsiona su cuerpo hasta tal punto que la punta de sus pies le toca los dientes, que podemos observar a través de su gran boca abierta. De rasgos muy marcados, muestra unos ojos como desorbitados y nariz puntiaguda y prominente.

 Lo encontramos clasificado como clérigo exhibicionista, (GARCIA GUINEA, M.A.: Op. cit., T.II, pág. 364. También G. Atienza en: Op. cit., pág. 94), pues parece como si en la parte inferior ostentara los genitales. Sin embargo, por la postura que tiene, difícilmente se le verían, pues estos le quedarían tapados por el trasero, por lo que nos inclinamos a pensar que más bien pudiéramos estar ante un acto de defecación. 


Para más información sobre todo este tipo de iconografía: Pulsar     



A la vista de lo expuesto, no cabe duda que, dentro de esta temática, aparecen representados iconográficamente toda serie de actos que, desde el punto de vista de la ortodoxia romana y nuestra mentalidad actual, no son actos para ser representados, y menos en el ámbito religioso de la iglesia. No obstante, y por las fuentes que han llegado hasta nosotros, sabemos que no siempre fueron considerados como degradantes ni prohibidos sino, incluso, defendidos por altos dignatarios y predicadores, considerados doctos teólogos y de gran honestidad de costumbres, hasta que, más o menos coincidiendo con la Reforma y posterior Contrarreforma, van desapareciendo.



Las Fuentes


El documento que más claramente habla de la costumbre de realizar toda serie de actos, considerados hoy en día como obscenos, en el ámbito sagrado de la Iglesia, y con motivo de la fiesta de La Pascua de Resurrección, es una carta que lleva por título: "De risu paschali, Oecolampadii, ad V. Capitonem TheologumEpistola apologetica". Del mismo modo se ha encontrado otra del mismo año, 1518, fechada el día 13 de las calendas de Mayo, escrita por Wolfrang Capito desde Basilea a un tal Cándido.  (Ambos documentos fueron encontrados y estudiados por: JACOBELLI, M. C.: Risus Paschalis)

Ya por el Concilio Aurelianense del año 533 sabíamos que en la iglesia se hacían votos cantando y bebiendo, y realizando cosas lascivas. (JACOBELLI, M. C.: Op. cit., pág. 59)   La tradición antigua permitía la risa y las burlas licenciosas en el interior del espacio sagrado durante la Pascua, la Navidad, y toda otra serie de fiestas litúrgicas como el Pentecostés, Todos los Santos, funerales, misas por el alma de algún difunto etc., costumbre que también nos confirma Hincmarus, obispo de Reims, en el año 852, (Ibídem, pág. 42) y estando atestiguada también en Francia durante los S.VII - IX, en Vercelli en el S. X, en Venecia en el S. XII, y en otros muchos lugares. (Ibídem, pág. 58)  Festines que degeneraban en orgías los encontramos también en las ceremonias fúnebres célticas, pues los juegos fúnebres que en ellas tenían lugar podían consistir tanto en combates simulados, duelos, distintas modalidades de representaciones dramáticas, como en abundantes comidas orgiásticas.  MARKALE, J.: Druidas,, pág. 160

Tenemos, pues, ya atestiguados toda una serie de espectáculos que se realizaban en las iglesias, y por Capito sabemos que era costumbre que el sacerdote aterrorizara a las mujeres con la voz y los gestos, hiciera bromas tomadas en préstamo de las cocinas, dijera palabras obscenas, y se masturbara como un histrión, presentando a la vista cosas que los cónyuges suelen ocultar en su dormitorio, pues conviene hacer sin testigos. (JACOBELLI, M. C.: Op. cit., pág. 19-20)  Pero, si bien Capito es defensor de estos métodos para provocar la "risa pascual", otros como Escolampadio empiezan a oponerse abiertamente a éstos. Este último denunciaba a aquellos predicadores que se dedicaban a realizar gran número de vulgaridades, bien de palabra, de acción o de ambas cosas, más dignas de un mimo y de los teatros, que de un eclesiástico o teólogo, pues incluso imitaban con los gestos y con todo su cuerpo a los histriones, ofendiendo al pudor durante toda la celebración al realizar todas las "turpitudes" imaginables, olvidando de esta manera su estado. (JACOBELLI, M. C.: Ibídem, pág. 24-25)   Vemos, pues, toda una serie de actos que formaban parte de la liturgia en este día, y Jacobelli, gran conocedora y estudiosa del documento al que nos referimos, no dudaba, como ya mencionamos, a la hora de enumerar las obscenidades que tenían lugar, tales como: "palabras lascivas; ofensas al pudor; imitación del acto sexual; comportamiento onanista o bien (quizá) homosexual."  ( Ibídem, pág. 29)

Esto era lo que pasaba el día de Pascua de Resurrección en el interior de la iglesia. Su cronología se aleja de nuestro contexto cuatro siglos, pero la citada autora también llega a la conclusión de que todos estos actos que formaban parte de la liturgia de La Misa de Pascua de Resurrección, tienen su prehistoria, aunque no siempre siendo paschalis, como nos lo atestigua la primera cita encontrada, fechada en el año 852, y toda la otra serie de datos aportados. (JACOBELLI, M. C.: Ibídem, pág. 46)  Dicha costumbre se continuará ininterrumpidamente, aunque con el pasar del tiempo quede solamente vinculada a la Misa Pascual y se vaya perdiendo su profundo significado.


Antecedentes más remotos se han querido ver en ciertas formas del culto religioso, heredadas de aquellas de la Antigüedad, en donde la influencia oriental es patente, al mismo tiempo que se encuentran contagiadas de diversos ritos paganos locales, sobre todo de aquellos que nos ligan al rito de la fecundidad, y es normal que todo esto se continúe, puesto que la cultura popular era tan poderosa, que incluso penetraba en los círculos de la jerarquía eclesiástica, muchas veces incluso con fines propagandísticos, siendo en un momento determinado de la Edad Media, cuando la risa festiva queda consagrada por la fiesta, al igual que el principio material y corporal.  (BAJTIN, M.: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento..., pág. 71-5)


  1. Dice Bajtin:

  2. "A modo de conclusión, podemos decir que la risa, separada en la Edad Media del culto y de la concepción del mundo oficiales, formó su propio nido, casi legal, al amparo de las fiestas que, además de su apariencia oficial, religiosa y estatal, poseían un aspecto secundario popular carnavalesco y público, cuyos componentes principales eran la risa y lo "inferior" material y corporal. Este aspecto popular tenía formas propias, temas, imágenes y ritual particulares. El origen de los diversos elementos de este ritual era dispar. Puede decirse con certeza que la tradición de las saturnales romanas sobrevivió durante la Edad Media, al igual que las tradiciones del mimo antiguo."  (BAJTIN, M.: Op. cit., pág. 79)

 


Creemos que queda de sobra atestiguado el hecho de que, con motivo de determinadas fiestas, la mayoría ligadas al nacimiento, muerte y resurrección, se realizaban en el recinto sagrado de la iglesia toda serie de actos considerados hoy en día como degradantes, no permitidos en público, y aún mucho menos en el espacio sagrado de la Iglesia, siendo algunas veces el mismo sacerdote su principal protagonista.

Por los datos que nos aporta la iconografía tratada, sólo podemos afirmar que dichos actos están ahí, dentro del marco arquitectónico y sagrado de la iglesia, y fuera de todo contexto que nos hable de pecado o del infierno. No nos confirman abiertamente que estén relacionados con alguna liturgia determinada, aunque lo que sí está claro, es que el ambiente de fiesta es patente, confirmado por toda una serie de comparsas juglarescas y enmascarados, que eran obligados en la mayoría de las fiestas religiosas. Incluso, la existencia de dos capiteles de San Vicente de la Barquera pudiera estar ligándonos más abiertamente a algunas de las "turpitudes" que tanto Capito como Escolampadio nombran con relación al Risus Paschalis, pues parece que el exhibicionismo y la representación del acto carnal es patente.  (Sobre la homosexualidad, la forma en como es tratada, y su representación en las sillerías de coro de momentos posteriores, ver: MATEO GOMEZ, I.: Temas profanos en la escultura gótica española. Las sillerías de coro, págs. 373-76.


Después de lo analizado hasta aquí, quizás ya no nos parezcan tan extrañas todas estas representaciones de algunos capiteles y canecillos, y menos aún cuando comprobamos que la mayoría de ellos muestren una actitud un tanto solemne, al mantener la cabeza erguida, los párpados entornados y la expresión complaciente. Nada en ellos es grotesco, más bien parece que se encuentren en postura ritual.


Por otra parte, los datos que nos han aportado las fuentes son suficientemente claros y fehacientes para no dudar ya de que el elemento obsceno era inseparable del acto litúrgico de la Misa Pascual, como apuntaba Jacobelli, gran conocedora y estudiosa del documento al que nos referimos, y por el que sabemos que no siempre fueron considerados como degradantes ni prohibidos, sino incluso defendidos por altos dignatarios y predicadores.

No obstante, si bien queda constatado que tales actos se realizaban con motivo de algunas fiestas y actos litúrgicos, no está tan claro su significado, ya que dicho documento nada nos dice sobre ello, sólo que está consagrado por la tradición, y que el fin que tiene es provocar la risa entre los asistentes. Pero, aunque con el pasar del tiempo se vaya perdiendo el profundo significado que en su día pudieron tener todos estos actos para pasar a ser en el S. XVI sólo los causantes de la risa pascual, su mismo nombre "Risus Paschalis", nos está vinculando en última instancia a una risa de júbilo ante la resurrección.


Por otra parte, si los actos onanistas, así como el comportamiento homosexual, queda atestiguado por la risa pascual, también el ritual de la "fiesta de los locos" nos atestigua todo tipo de degradaciones que tenían lugar en el altar, pues allí se hacían toda serie de gestos obscenos, que tenían carácter ritual. (BAJTIN, M.: Op. cit., pág.72. Para una mayor información sobre este ritual, ver: F. Bouquelot: El oficio de la fiesta de los locos, Sens, 1856; H. Velletard: Oficio de Pedro de Corbeil, París, 1907; y : Observaciones sobre la fiesta de los locos, París, 1911, del mismo autor).  También en la tradición navideña el tema espiritual se mezclaba con ritmos laicos y elementos de degradación material y corporal; otras veces, las particularidades especiales de determinados santos, servían de pretexto para el desarrollo de ritos y actos materiales y corporales "degradantes"; por ejemplo, en la fiesta de San Lázaro, en Marsella, el pueblo se disfrazaba e interpretaba la "gran danza" ("magnumtripudium"), retomando en la práctica numerosos elementos de las fiestas paganas locales, en donde estaba asociado también el tema de la muerte-resurrección.  (BAJTIN, M.: Op. cit., págs. 76-77)


Y es que todo tipo de degradaciones desempeñaban un rol especial en estas fiestas de carácter religioso, en donde el pueblo revivía cíclicamente una serie de acontecimientos primordiales, pues otras actitudes, que también veíamos en nuestra plástica, siguen confirmándonos el papel que éstas desempeñaban. En algunos canecillos podíamos intuir la no menos degradante acción de defecar, o de llevarse la mano al trasero, y es que los excrementos jugaron también, desde los tiempos más antiguos, un papel importante, perviviendo dentro del espacio sagrado de la iglesia con motivo de la "fiesta de los tontos", cuando el obispo de la risa, durante el oficio solemne celebrado en la iglesia, utilizaba excrementos en lugar de incienso, luego, recorriendo las calles sobre una carreta repleta igualmente de la misma materia, los arrojaba sobre la concurrencia. (Ibídem, págs. 132-33)  La razón de todo ello muy bien podemos verla en que, en aquella época, estos estaban asociados a la fecundidad, renacimiento y renovación, tienen un sentido ambivalente como toda la otra serie de imágenes de lo inferior material y corporal, pues rebajan y degradan por un lado, para dar a luz y renovar por el otro, como dice Bajtin: "… son a la vez benditas y humillantes." (Ibídem, págs. 1135-36)  

Tenemos también que, para el citado autor, ya en las figuras escatológicas más antiguas, estos estaban asociados a la virilidad y a la fecundidad, teniendo a su vez un valor fecundante, pues lo mismo que el cadáver descompuesto se transforma en abono para la tierra, el cuerpo durante toda su vida devuelve a la tierra los excrementos que de esta forma la fecundan. (Ibídem, pág. 158)


Así pues, todo esto sigue confirmándonos que, con motivo de determinadas festividades, la mayoría ligadas al nacimiento, muerte y resurrección, se realizaban en la iglesia toda serie de actos de los denominados hoy en día degradantes, siendo algunas veces el mismo sacerdote su principal protagonista.

Paralelamente a esto, tenemos toda esta serie de representaciones dentro del marco arquitectónico y sagrado de la iglesia, y fuera de todo contexto que nos hable de pecado o del infierno, muy por el contrario, algunas de ellas pudieran estar ligándonos más abiertamente a algunas de las "turpitudes" que tanto Capito como Escolampadio nombran con relación al Risus Paschalis, teniendo además que el ambiente de fiesta es patente, confirmado por toda una serie de comparsas juglarescas y enmascarados que eran obligados en la mayoría de las fiestas religiosas.


Y es que la visión del pueblo, de esa cultura popular que bebe en las fuentes de una tradición milenaria, se opone abiertamente a la visión del mundo de la ortodoxia cristiana, estando atestiguada por todas las parodias que, ya desde una época muy temprana de la Edad Media, van surgiendo en relación con lo sagrado. Existen una gran cantidad de manuscritos que nos lo confirman, pues en ellos la ideología oficial de la Iglesia y sus ritos son descritos desde el punto de vista cómico. Por ejemplo, la Coena Cypriani invierte las Sagradas Escrituras, y para Bajtin en ella se pueden encontrar ciertos ecos de las Saturnales romanas. Al mismo tiempo existen numerosas litúrgicas paródicas, entre las que tenemos la "Liturgia de los bebedores" y la "Liturgia de los jugadores". incluso se parodian lecturas evangélicas, de plegarias, no excluyéndose ni las más sagradas como son el "Padre Nuestro" y el "Ave María". Así mismo existen parodias de letanías, de himnos religiosos, de los salmos, y otras escritas para ciertas festividades, como por ejemplo con motivo de la "risa pascual", o la "fiesta de los tontos".  (BAJTIN, M.:Op. cit., págs. 18-19-20). Ellas nos confirman que la relación del pueblo con la religión, nada tiene que ver con el mensaje religioso que esos mismos textos, dentro de la cultura oficial de la Iglesia, intentan transmitir. (La Coena Cypriani, cuyo vínculo con las Saturnales es reconocido por casi todos los especialistas, como nos dice Bajtin, es un buen ejemplo de ello. Un pequeño resumen de esta obra, y más información sobre ella, en: BAJTIN, M.: Op. cit., págs. 258-61).  El pueblo parodia todo lo sagrado, haciendo resaltar todo lo que encierran de corporal y material. Es pues natural que el pueblo de esa cultura se exprese de una manera distinta, siendo muchas veces "la degradación" la que marque la pauta de algunos de sus actos, como la marca no sólo en el lenguaje familiar de la plaza pública, sino también en las groserías blasfematorias dirigidas a las divinidades, y que eran un elemento esencial de los cultos cómicos más antiguos, pues: "degradaban y mortificaban a la vez que regeneraban y renovaban." (Ibídem, pág. 22)


Todo ello apunta, a que un rasgo muy característico de esta cultura, y quizás el más sobresaliente, es "la degradación", como dice Bajtin: "..., o sea la transferencia al plano material y corporal de lo elevado, espiritual, ideal y abstracto." (Ibídem, pág. 24) El citado autor, al estudiar el comportamiento de esta cultura, ve como todas las formas en que ésta se manifiesta, tienden a degradar, vulgarizar y corporizar, pero en un sentido positivo, capaz de engendrar la vida y renovar, pues, por su origen y funciones, estaban encaminadas a una reconciliación con la tierra, Bajtin lo explica así:

  1. "Rebajar consiste en aproximar a la tierra, entrar en comunión con la tierra concebida como un principio de absorción y al mismo tiempo de nacimiento: al degradar, se amortaja y se siembra a la vez, se mata y se da a luz algo superior. Degradar significa entrar en comunión con la vida de la parte inferior del cuerpo, el vientre y los órganos genitales, y en consecuencia también con los actos como el coito, el embarazo, el alumbramiento, la absorción de alimentos y la satisfacción de las necesidades naturales. La degradación cava la tumba corporal para dar lugar a un nuevo nacimiento. De allí que no tenga exclusivamente un valor negativo sino también positivo y regenerador: es ambivalente, es a la vez negación y afirmación."    (BAJTIN, M.: Op. cit., pág. 25)

 


Así pues, todo este tipo de degradaciones, lo que hacían, era humillar, despachando al hombre al lugar inferior corporal absoluto, donde era destruido y engendrado de nuevo, teniendo que el carácter universal que estos actos adquirían, queda atestiguado por la "fiesta". En ella, el gran cuerpo popular se manifiesta como principio en movimiento, inmerso en un tiempo cósmico y universal. En determinados momentos el pueblo celebra lo antiguo que muere y lo nuevo que comienza, pero moviéndose en un ciclo biocósmico del ciclo vital productor de la naturaleza y del hombre. Esta relación con el tiempo cambiará posteriormente, haciendo que pierda esa noción del tiempo cíclico, pero en un principio: "..., el tiempo aparece como una simple yuxtaposición (prácticamente simultánea) de las dos fases del desarrollo: principio y fin: invierno y primavera, muerte-nacimiento."    (Ibídem, pág. 28)


De lo dicho anteriormente se desprende que: existen suficientes datos para no dudar ya de que el elemento obsceno era inseparable del acto litúrgico y que, por lo tanto, toda esta iconografía que nosotros hemos agrupado en este apartado, cobra otra valoración. Y es que todos estos actos, en otro momento y en otro contexto muy alejado del nuestro, pero muy cercano a la vida y al mundo en el que se mueve la humanidad de nuestra plástica, lo que hacían, como dice Mijail Bajtin, era humillar, despachando al hombre al lugar inferior corporal absoluto, donde era destruido y engendrado de nuevo, posteriormente, este sentido positivo se irá perdiendo al adquirir un carácter individual y desaparecer toda su relación con la tierra y el cosmos, quedando reducido todo a unas imágenes naturalistas de erotismo banal al ser apartadas del cuerpo universal al que estaban unidas en la cultura popular y al desvincularse del cuerpo universal al que estaban unidos en esa misma cultura.  (BAJTIN, M.: Op. cit., págs. 25 a 31. A través de estas páginas Bajtin desarrolla estas ideas sobre las distintas formas de esta cultura, viendo a su vez como evolucionan y pierden su sentido positivo en momentos posteriores).  Pero en nuestra plástica, todavía la mayoría de ellos muestran una actitud un tanto solemne, al mantener la cabeza erguida, los párpados entornados y la expresión complaciente, nada en ellos es grotesco, más bien se encuentran en postura ritual. No obstante, también en la plástica posterior, como es la de las sillerías de coro, algunas representaciones están ligadas a lo bajo material, pero quedan relegadas a pura sátira y crítica social de vida y costumbres, sobre todo del clero. Otras veces, hermafroditismo, homosexualidad, exhibicionismo y masturbación, son vistos como representación de la lujuria en sus diversas manifestaciones (Para un mayor acercamiento a estos temas tratados en la plástica posterior de las sillerías de coro, ver: MATEO GOMEZ, I.: Op. cit., págs. 251-69, 368-81); pero éstos de las sillerías de coro, tanto por el contexto en que aparecen inmersos como por la forma en que son tratados, se apartan ya completamente de ese ciclo vital, anteriormente mencionado.


Es por ello por lo que el profundo significado que adquieren todos estos actos, viene sobre todo determinado por el contexto festivo en el que se desenvuelven, pues son precisamente esas fiestas las que les dan, así mismo, un carácter positivo, al relacionarlos con esos otros tipos iconográficos, en donde queda patente el ciclo vital de "procreación y nacimiento", siendo precisamente la "fiesta", la que los reúne en un todo contextual unitario, en donde cada uno no puede verse aislado, como ya apuntamos, sino participando del todo en el conjunto, en el que también la "muerte-resurrección" están presentes.





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